Presentación-recital de Pero nunca los huesos de las aves (Pre-Textos), de Jorge Pérez Cebrián, Premio de Poesía Joven de RNE 2024. Charla entre el autor, el poeta Antonio Ríos y Héctor Márquez.
12/12/2024 - 19:00 - Librería Proteo - Pta. de Buenaventura, 3 - Málaga
Entrada libre hasta completar el aforo.
“Y di tan sólo, cuando acabe,/ que todos fuimos parte de tu nombre:/ di a la Nada que fuimos necesarios”. Con estos versos, dirigidos al Tiempo, cierra uno de los poemas del libro Pero nunca los huesos de las aves, obra del valenciano Jorge Pérez Cebrián que ha publicado la muy célebre editorial Pre-Textos y que este 2024 ha logrado alzarse con el prestigioso XVI Premio de Poesía Joven de Radio Nacional de España-Fundación Montemadrid. Licenciado en Filosofía, experto en estética, gestor cultural y finalista a sus 28 años de otros prestigiosos certámenes, el poeta Pérez Cebrián vendrá el próximo jueves 12 de diciembre (19:00) a presentar este su cuarto libro publicado a El Tercer Piso de Librería Proteo en una conversación con el poeta Antonio Ríos y el director de ETP Héctor Márquez durante la cual recitará poemas de su nueva obra. Dentro del ciclo Volver a las librerías patrocinado por Fundación Unicaja. Entrada libre.
Pero nunca los huesos de las aves es una revisión pausada y lírica a lo vivido. Su perspectiva radica en el aprendizaje para la muerte que toda obra de arte supone, desde el propio género humano a la vasta contemplación de la mínima belleza que puebla lo cotidiano. Dividido en tres partes: «Devolver el remo», «Antes de que nos halle la mentira» y «La sangre de Agamenón en el cuello de un cisne», el libro es un reconocimiento del destino de uno, la serena comprensión de la fatalidad del ser hasta la muerte para, al fin, reconocerse pieza necesaria del tiempo. Este poemario, cuarto libro publicado de su autor recibió el XVI Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid (2024).
DESHOJAR LA ROSA
No.
No mi rostro
ni su cómputo de azar en los cristales.
La férrea terquedad de las entrañas,
el cuerpo y su entramado de secretos.
No sus puertas selladas, con sus hilos,
y con su horror sagrado y
su soborno.
No mi nombre.
Mi nombre que ha abreviado mis ayeres
en unas pocas sílabas gastadas
como si nada hubiese ya escondido.
No un instante,
ni el inasible aquí
ni el inconstante ahora.
No el pasado,
las inconexas huellas que inventé
para darle al desierto su sentido.
La moneda,
que no es nunca la misma, de los otros.
El que escribe.
Y miro a un pájaro arañar el aire y
callo entonces.
Y me digo
que pese al mismo sol, al mismo cuerpo,
al mismo rostro, al mismo nombre,
soy sólo, acaso, ese lugar que espera
que aquello que no es tome su carne.
Y que nos halle el tiempo
y que nazca la tierra otra mañana.
Alguien,
alguien, quizá las hojas,
las hojas que protegen los pistilos,
pueda decirlo:
“detrás de cada pétalo hay futuro”,
dirá
“al fondo de la vida está el Silencio”.
REFUTAR EL VIENTO
(UN POEMA SOBRE EL ABRAZO)
Pregunto con asombro
si puede algo de cielo refugiarse
bajo las alas blancas de las aves.
Pregunto
por el secreto respirar
en los pistilos negros de las calles
y las sendas de la luz más leve
que eleva como un ruego la mañana.
Pregunto
el dócil tiritar del árbol,
el sagrado caudal que abre la música,
la flor del mar, los labios de tu frío.
Pregunto, al fin,
adónde va ese aire que exorciza
de la flor de tu pecho nuestro abrazo
y si puede servirle
a la lenta y terrible voz de un ángel.
Pregunto cuánta vida duerme
en el pobre prodigio de unos brazos,
en un hueco que acoge sus adioses.
Pregunto adónde,
adónde todo el aire que nos sobra,
que damos a los días sin saber,
que deja de existir entre dos cuerpos,
y que sirve, quizá,
para que exista el mundo.
ENTREVISTA A JORGE PÉREZ CEBRIÁN
¿Por qué este libro y por qué ahora?
Parece que al preguntar por qué uno está haciendo en realidad dos preguntas: cuáles fueron las condiciones que propiciaron el libro y cuáles fueron las finalidades que se pretendían (además de señalar el libro como algo publicado o como escrito). El caso de la segunda pregunta, respecto al ahora, parece más fácil. Si lo tomamos como una pregunta por las circunstancias de publicación, la respuesta está clara, un jurado ha creído conveniente premiar el libro, el hecho de que sea en este momento y no hace dos meses o dentro de dos años sólo se explica por las felices circunstancias del jurado. Pero entiendo que lo fundamental no se refiere tanto a las circunstancias de la publicación como a las de su escritura: por qué este libro ha podido escribirse ahora.
Si me voy a mis inicios, durante mucho tiempo, tras una etapa meramente estética de disfrute de la poesía, me parecía que era una suerte de error, casi de traición a los deberes de la escritura, el hecho de que un poema pudiera escribirse de manera completamente distinta a las 12 de la mañana que a las 8 de la tarde. Creía, y creo, si bien acaso menos dogmáticamente, que a cada poema le corresponde su forma, de igual modo que una ecuación no dará distintos resultados dependiendo de la hora. Sin embargo, los contenidos, los códigos y parámetros según los cuales sentimos, vivimos y reconocemos la realidad cambian a largo plazo, como cambia, con la lectura y el devenir existencial, la forma de concretarlos en poemas. Los temas que trato en el libro dependen inextricable e inescrutablemente de su momento: de una mirada prolongada, de la única que me ha dado estos poemas y no otros. Acaso esa, la condición última de lo que soy, que tiene su fin y origen en esta escritura, es el único por qué de este libro y su momento. Este libro es por cómo fui cuando acometí sus poemas. No podría haber sido antes sin ser de otra manera.
Pero el por qué, entiendo, no sólo atañe a su publicación y a sus temas, sino también la finalidad de toda escritura. Doy este libro, como todos, porque el mundo, para el cual el libro es sólo una ocasión más para la poesía, el mundo que leemos constantemente nos ofrece a veces una imagen menos plana, enriquecida por claroscuros, por perspectivas nuevas, complejas, contradictorias, que el lenguaje no alcanza a cifrar rígidamente. Y ante esa falta uno quiere dar su voz, su palabra, como un neologismo que atrape finalmente una arista más de la infinitud humana. Sin embargo, apostamos por lo performativo: no nos basta nombrar, queremos replicar su emoción con un ritmo, con una música, con una atmósfera, un tacto, que haga de esa lectura una experiencia cercana a la que originó la emoción primera.
Por eso todo libro. Por el deseo de corregir la lengua, de enriquecer lo humano, de comunicar y compartir la vida. El ahora del que hablas ha sido un mapeado particular, como es toda emoción, que me ha permitido juzgar e interpretar la realidad desde nuevos prismas y ha dado en mostrar estas particularidades y no otras; el libro, porque escribir nos es esa forma de cifrar lo que somos bajo la derrota del lenguaje.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
La poesía, en mi caso, no se presenta en forma de una idea global que deba llenar con poemas acordes. Al contrario, el libro surge –o se abandona–, cuando he encontrado el hilo que hace que ciertas piezas ya escritas manifiesten en común un espíritu acorde, algo que de lejos nos deje ver la imagen, el momento vital, del que nacen estas consideraciones. Todos mis libros han sido, en ese sentido, recopilaciones de poemas que sólo más tarde he podido ver como unidad y que me han permitido extraer lo sobrante, quedando una imagen global, un mosaico que la lejanía convierte en una etapa vital. Por eso, la idea del libro tomada como concepto de forma última, surge sólo cuando estos poemas ya han sido confeccionados y todo lo que puedo hacer es colocarlos dándoles un nombre común.
En este caso, Pero nunca los huesos de las aves, toma su título de un poema de mi segundo libro, Después. En él digo: “Y nadie, nunca nos había hablado,/ de los frágiles/ y fríos huesos de las aves”. Así, los poemas filosóficos como tal han sido colocados en una primera parte, llamada a posteriori Devolver el remo, imagen de deuda última antes del regreso que, según Borges, los marineros cartagineses elevarían ante la muerte. La segunda parte encierra los poemas que tratan el amor, esta vez desde una ingenuidad buscada, madurada, que su propio título advierte a modo trágico, esto es: lo que es verdad Antes de que nos halle la mentira. Y, por último, los poemas que más responden a lo vital, a la visión liberada del juego de referencias o menciones filosóficas, a lo que íntimamente he sentido de manera feroz en la muerte como destino. Su título es La sangre de Agamenón en el cuello de un cisne, parte también de un poema de mi primer libro en el que el destino fatal de Agamenón, del fuego de Troya, de la muerte, se hace presente ya en el cuello del cisne que se apoya en Leda.
En definitiva, la imagen del libro, la idea, surge como algo último, cuando aprovecho estas composiciones para saber quién he sido al escribirlos. En este caso, todos los poemas parecían hablarme de una confección trágica, la arquitectura profunda y oscura de los huesos de aquello que alguna vez, para nosotros, fuera liviano y fácil como un ave.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Creo que la suerte del contemporáneo es que no necesita la contextualización minuciosa que otros autores deben sostener. He mencionado factores que pueden o no tenerse en cuenta, pero el caso es que cada poema es fruto de una misma voluntad de valerse del lenguaje y su ruptura, de la música y el ritmo, para expresar únicamente aquello que siente que es universal (aunque la individualidad y a veces el olvido, lo alejen de nuestra mano). Más allá, no daría ninguna clave. La racionalidad ante un poema, si la hay, debe ponerse en juego como una curiosidad filosófica o filológica secundaria.
El fin de estos poemas va poco más allá de un cierto hedonismo: del complejo placer que experimentamos al situar el mundo en un orden determinado, al saber que nuestra andanza es acompañada, al ver a través de la herida del lenguaje una imagen, deformada y fiel, de nosotros mismos. Cuando es así, los recursos, la técnica, la mano del autor, en fin, quedan, como en el caso de un ilusionista, en un plano oscuro, facilitando que la poesía suceda.
¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
He hablado anteriormente de esa disposición tripartita, además de la propia selección de los poemas (entre los otros que fueron descartados) como algo a posteriori, elaborado a raíz de un sentir común en los poemas. Cada poema, cuando escribo, es perfectamente independiente de los demás, y más aún, de la propia idea del libro. Cuando leo, un buen libro no es más que la feliz estadística de poemas que funcionan. Recuerdo poemas, cuando no versos, y creo que su contigüidad en un libro es sólo el reflejo de un momento vital de quien lo escribió que le pudiera dar más o menos perspectivas sobre quién es. En este caso no hay interdependencia, sólo dos poemas, de la primera parte, que podríamos llamar la más filosófica, Natura Naturans y Natura Naturata, dialogan en esa visión de la naturaleza panteísta de la que me valgo para hablar del ser humano y su relación con el todo como creado o como todo creador. El resto de poemas fueron escritos sin más objetivo que ellos mismos.
Sin embargo, ese devolver el remo primero es una forma de continuar la deuda de lo que me ha sido más valioso en la vida, el pensamiento que se siente. Allí hablo de la trágica continuidad del todavía, de la belleza imperceptible como parte imprescindible del universo, de la paradoja de un ser que se descubre en el otro, de la búsqueda romántica de lo innombrable y la otra, la racional, del mundo como presa. Después el amor. El amor como una bella verdad en la que sólo el tiempo teñirá de mentira los cimientos de lo que creímos más hermoso. Y en último lugar, de menos a más íntimo, un repaso por aquello que me ha hecho ser quien soy, prescindiendo todo lo posible de lo anecdótico, de lo que me separa del lector, hasta dar con una leve despedida, una suerte de testamento en esa aceptación de la intensa y profunda dialéctica de la existencia con la muerte.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Jorge Pérez Cebrián de tus anteriores obras?
Creo que fue Agamben quien habló del estilo como “la mano que tiembla” de un autor que no puede escapar de sí, aun cuando busque la perfección más transparente. Temo que no sé escapar de muchos mecanismos que me hacen interpretar las cosas y plasmarlas de cierto modo. Hay símbolos que siempre me acompañan y se definen con el paso del tiempo, hay formas de alzar la voz, hay tonos y conceptos que nos resultan tan propios que no podemos eludirlos, siendo estilo en el mejor de los casos e incapacidad en el peor.
Sin embargo, creo, o me digo, que he podido prescindir del catálogo museístico de referencias clásicas que fuera el primer libro. Que la filosofía tratada es menos recóndita y acaso más humana, que el tono, aun cuando hablen voces que requieren de lo sublime, es más humano. Creo que el tiempo me ha podido liberar de las máscaras barrocas y de los harapos de otro que uno usaba como si fuera la púrpura prestada de los reyes. Intento esta vez dirigirme al lector, no con el remoto beneplácito de una tradición intrincada, sino con algo de la austeridad que amplía los significados. Será quizá la última parte, la más íntima, la más novedosa, y aun así creo que puede pasar, con suerte, desapercibida esta característica. Aun cuando hablo de lo que una vivencia o un sentir privado son para mí, creo que he podido liberarlo minuciosamente de todo lo anecdótico, buscando es voz cuya gravedad, cuya imperceptible frecuencia, parece admitir la sintonía con otras vidas. Por eso, aunque para mí haya sido acaso el libro más íntimo y sincero, espero que el lector pueda verse a sí y no a mí, que es lo que he buscado (con variable éxito) en mis anteriores libros.
Además de haber quedado finalista en varios certámenes de “primera división” [risas], nada menos que el Premio RNE joven avala tu último libro. ¿Supone este premio un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
Supongo que los premios poco afectan a la producción, pero sí a la recepción. Es bueno, creo, que el lector se aproxime a una escritura con esa seguridad que da leer a un premiado, pero el libro es el mismo que antes del certamen, como lo que escriba será lo mismo en el futuro independientemente del premio. Una valoración así anima, en la vasta soledad de la escritura, a saberse menos solo, da valor al tiempo que uno invirtió en las naderías de la métrica o la retórica, como en la afanosa lectura de la que tan sólo se desea aprender.
Este libro tiene un tiempo y desde el último poema no he sentido la necesidad de decir nada nuevo. El último sentimiento que tuve con él fue el de final. Pensé que era un buen modo de acabar, pero uno no puede escapar de esa lectura, de esa disposición afectiva, de esos fogonazos de poesía que la vida ofrece y que parecen obligarnos a la escritura como si fuera el único motivo. Mientras espero que suceda algo parecido, algo que me invite a volver a hablar, espero dedicar mi tiempo al estudio. Mencionaré que, además de un experimento literario que mezcla verso, narrativa y ensayo y que acaso nunca vea la luz, trabajo arduamente en un ensayo que sigue la pista a la deriva de la palabra arte a lo largo de la historia. No se trata de una Historia del arte, sino de una historia de cómo el concepto ha llegado a significar lo que significa hoy para nosotros, cuándo, cómo y por qué le hemos atribuido ciertos predicados y cómo ha variado a lo largo de los siglos. Es un trabajo complejo en el que la mejor de las suertes, su publicación, se me presenta como algo posible dentro de quizá un lustro. Sin embargo, el aprendizaje que cada día me brinda me es suficiente razón.
(Javier Gilabert. Culturamas)
Jorge Pérez Cebrián
Jorge Pérez Cebrián (Requena, 27 de diciembre de 1996) ha trabajado como gestor cultural, profesor en talleres literarios y como conferenciante acerca de la historia de la poesía universal. Actualmente reside en Valencia, España, donde, tras estudiar Filosofía, cursa el grado de Historia del Arte y participa ocasionalmente en revistas literarias como 21veintiúnversos, Anáfora, Estación Poesía o Zenda, entre otras. Al trasladarse a Madrid en 2017, coordina los eventos Las noches de Eleusis y da a la imprenta su primer libro, La voz sobre las aguas (Valparaíso, 2019). Su segundo libro La lumbre del barquero (OléLibros, 2021), fue candidato al Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana en 2021 y al Premio Nacional Ciudad de Churriana. Un año después fue galardonado con el Premio Internacional de poesía Arcipreste de Hita del año 2021, con su obra De cuánta noche cabe en un espejo (Pre-Textos, 2022), obra también candidata al Premio de la crítica de la Comunidad Valenciana 2022 y, de nuevo, al Ciudad de Churriana. En 2024 se le concede el XVI Premio RNE de Poesía Joven–Fundación Montemadrid con su obra Pero nunca los huesos de las aves (Pre-Textos, 2024). Su escritura, fundamentada en la filosofía, busca tratar los temas esenciales del ser humano, que han venido atravesando una tradición a la que se rinde reverencia.
@jorgepcebr
Jorge Pérez Cebrián
Antonio Ríos (Málaga, 1987), reside en Estepona, es economista de profesión, pero su perenne pasión es la poesía. Así, gusta de hallar un hermoso equilibrio entre la lírica de los números y la geométrica belleza de las palabras. En noviembre de 2021 publica su opera prima Horizontes Verticales (Editorial Algorfa) que, con un estilo contemporáneamente clásico, supone un viaje a través de treinta caminos que sueñan con ser destino. En mayo de 2022 varios poemas contenidos en dicha primera obra son publicados en la antología Raíz de verso (Editorial Imagenta) y, ese mismo mes, consigue obtener el primer premio en el «I Certamen de Poesía en Vivo Manilva Metáfora» con su poema «Tan cerca, tan lejos». En enero de 2023 consigue el premio al mejor poema colaborativo con «Hemisferios», otorgado por la plataforma de literatura «Letras & Poesía». En abril de 2023 participa como poeta invitado en MARPOÉTICA, prestigioso festival de poesía que anualmente se celebra en Marbella. En noviembre de 2023 obtiene el XI Premio Internacional de Poesía Covibar-Ciudad de Rivas con su segundo libro La ingravidez que somos, publicado por Ediciones Vitruvio en enero de 2024.
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