29/02/2024 - 19:00 - Librería Proteo

Presentación del libro Todo lo que importa sucede en las canciones del escritor y periodista musical de El País Fernando Navarro. En charla musical con Héctor Márquez y Nacho Rockdríguez.

29/02/2024 - 19:00 - Librería Proteo -
Entrada libre hasta completar el aforo.

Todo lo que importa sucede en las canciones (Pepitas de calabaza) es una novela que habla de un treintañero en crisis -divorciado, huérfano y padre de un niño- que trabaja como crítico musical y que se apoya en las canciones y en sus ídolos musicales (Dylan, Springsteen, Elvis, Lucinda Williams, The Beach Boys, Aretha Franklin, Beatles, Patti Smith, Tom Waits…) para encontrar norte. Este canto inteligente y apasionado a favor del rock’n’roll está firmado por Fernando Navarro, crítico y profesor de crítica musical, redactor de El País, El País Semanal y Babelia, y renueva el espíritu del clásico entre los clásicos del género, Alta Fidelidad, de Nick Hornby. La presentamos en una charla musical entre el autor y el también periodista y director de ETP Héctor Márquez, creador del famoso formato La Música Contada ® y Nacho Rockdríguez. Será el jueves 29 de febrero a las 19:00 en El Tercer Piso de Proteo. No se lo pierdan. Entrada libre.

En Todo lo que importa sucede en las canciones Fernando Navarro le ha puesto música a la novela de una vida: la de un joven que se planta en la madurez (un trabajo absorbente, una casa que hay que pagar, un hijo que reclama su atención, una madre soltera que se desmorona y una pareja que da estabilidad) con todo el bagaje que ha ido acumulando a lo largo de la infancia, la adolescencia y la juventud, y entonces su existencia se resquebraja. En la mochila de ese hombre que se resiste a dejar de ser joven y se sienta todas las semanas ante una psicóloga para tratar de conocer sus problemas hay una carga enorme, aunque ligera: todas las canciones que lo ayudaron a crecer, a construirse, a ser. Como dice su protagonista: «Ya no sé si arrastro la crisis de los treinta o me he adelantado a la de los cuarenta. Tal vez me mueva entre ambas, enlazando una con otra como esas canciones que saben hilar los buenos pinchadiscos, sin espacios en blanco. Todo seguido para dar sentido al título de mi propio disco: Hombre en crisis permanente. Sería un fracaso absoluto entre los entendidos, pero, al menos, habría bastante verdad en ello. Solo parece que amaina el temporal cuando las canciones me rodean».

Relato de una crisis personal, Todo lo que importa sucede en las canciones es una novela de aterrizaje en la madurez y de asunción del fracaso, a la vez que un canto inteligente y apasionado a favor del rock’n’roll. Bob Dylan, Patti Smith, Bruce Springsteen, Lucinda Williams, Elvis Presley, Neil Young, Tom Petty… No hay mejor coro para acompañar a este protagonista sin nombre y herido por la música en su deriva personal.

Escucharlo en la soledad del piso me había hecho preguntarme cuándo y cómo había perdido aquello que había perdido mientras Roy Orbison, en cambio, tenía ese algo único y especial en su voz.

Tenía ese toque mágico, ese remolino celeste, esa esencia. Cuántas veces habría cantado «In Dreams» en sus tantísimos años de carrera y, sin embargo, era capaz de interpretarlo una vez más como la primera vez, incluso mejor. Ni la rutina ni el tiempo le afectaban. Era capaz de transmitir su inocencia absorbente y conservar su plenitud sentimental como si el encantamiento nunca se acabase. La canción empezaba con unas frases sin música para elevarse con las primeras notas hasta alcanzar un pasaje orquestal como sonando en la galaxia. La estela de las guitarras, los violines y las violas danzaba persiguiendo el lamento inalcanzable de Roy Orbison, cuyo eco cruzaba el firmamento. Puede que yo estuviese loco de atar, pero, viéndole cantar otra vez «In Dreams», solo pensé en por qué no había sido capaz de mantener intacta la llama de mi amor hacia Rosa. ¿Qué había fallado?

Bonnie Raitt dijo: «Roy Orbison me recuerda que hay una forma de amar que podría ser posible, que debería ser posible». Tiempo atrás, yo había conocido esa forma, cuando las canciones del hombre de las gafas de sol sonaban como un descubrimiento. Sin embargo, recién separado, parecían otra cosa: se oían dolientes, como cantadas por «un payaso color caramelo colándose de puntillas de noche en mi habitación», como rezaba el primer verso de «In Dreams». Todo tenía otro impacto. Me veía como un ser incapaz de levantar cabeza, que se venía abajo en la soledad de su piso sin que nadie lo supiese, convencido de que el drama se había instalado en mí para siempre. Era una mala caricatura de lo que en otro tiempo fui. Escuchaba a Roy Orbison y pensaba precisamente en él luchando contra los elementos de la tragedia y superando una vida llena de obstáculos, mucho más difícil que la mía, mucho más que la de cualquiera.

(Todo lo que importa sucede en las canciones Fernando Navarro. Fragmento)

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Fernando Navarro: «No sé si la música salva la vida, pero no te enseña a cambiar pañales»

Cantaba Tom Petty en «Flirting With Time» que no hay diferencia entre un acierto o un error. El periodista Fernando Navarro (Madrid, 1981) cree que, a veces, la vida (con la música) es una cuestión de suerte: «Puedes tener las mejores intenciones del mundo para querer acertar y cometer un error estrepitoso», cuenta en el Café Comercial de Madrid. «Con buenas intenciones no se va al acierto. Las buenas intenciones son como pájaros volando, pero no te llevan seguramente a aterrizar bien». En efecto, no hay diferencia entre un acierto o un error.

Navarro publica en estos días la novela Todo lo que importa sucede en las canciones (Pepitas de Calabaza), que, aunque pueda parecer una biografía, en realidad está compuesta de un 70% ficción y de un 30% de cerveza; el autor está en las emociones de las que intenta hablar en el libro, tanto del enamoramiento como del desenamoramiento, del duelo o de la paternidad. Como él, el protagonista de su título es un periodista musical, porque puestos a hablar de un perdedor que «ha olvidado lo que es el verbo ganar», qué mejor que un periodista musical: «A los críticos musicales nos ven siempre como a los músicos frustrados». Fernando sopesó poner como personaje principal a un músico, pero pensó que todavía era más perdedor describir a alguien que hablaba de todo el mundo. «Quería hacer un libro que hablara sobre cómo recibimos la música los que estamos todo el día escuchando a los demás. Me gustaba la idea de un periodista musical que, a lo mejor, quería ser Bruce Springsteen o Bob Dylan, pero se le desmorona todo y no tiene nada a lo que agarrarse en ese momento». Suena la música, calla el silencio.

—¿Escuchabas «Workingman’s Blues #2» porque estabas deprimido o estabas deprimido porque escuchabas «Workingman’s Blues #2»?

¿Qué fue primero la música o la tristeza? Seguramente, en este caso, fue la música la que me hizo ver la tristeza, estoy convencido.

—La verdad es que, parafraseando un poco todo lo de Alta fidelidad, que sepas que iba a empezar el libro con esa cita. Dentro de la cita estaban Bob Dylan y Bruce Springsteen y la terminé quitando porque me parecían muchas, pero está ese guiño a Alta fidelidad. Yo creo que escuchaba «Workingman’s Blues #2» porque primero fue la música, por responder a la pregunta. ¿Qué fue primero, la música o la tristeza? Seguramente, en este caso, fue la música la que me hizo ver la tristeza, estoy convencido. Empecé a escuchar «Workingman’s Blues #2» porque estaba triste.

—Dices que las canciones siempre tienen un motivo para atraparte y son ellas las que te eligen.

—El protagonista del libro no soy yo. Es irrelevante pensar que soy yo, porque el libro no está escrito para los chismosos. Tampoco soy una persona importante, pero si fuera yo, el libro no está escrito para saber si el autor del libro está separado, tiene un hijo, no tiene padre, tiene una madre muerta, si ha conocido a otra mujer en mitad de la separación… Los chismosos son esa gente que va al Retiro y termina al lado del estanque, metiéndose con los peinados y las ropas de las personas que pasan por ahí. Yo no quiero hacer el libro para ésos; el libro está hecho para la gente que va al Retiro y se esconde en las partes menos concurridas a leer y a dejarse llevar por la lectura.

—Esto en concreto llevó entonces al protagonista a un piso vacío, hecho que le hizo apostar su colección de discos.

Ahí es donde está el libro: empezar a ver todos los fallos que hay en la vida de un tío que la caga constantemente.

—El protagonista del libro acaba en un piso vacío porque ve que su matrimonio se desmorona y empieza el libro, precisamente escuchando «Workingman’s Blues #2», porque es la canción que le hizo ver dónde estaba su tristeza y preguntarse cuál es el fondo de esa tristeza. Si algo nos muestra la vida —y con el libro intentaba que se hablara un poco de eso— es que, a veces, cuando crees que has tocado fondo, aún puedes tocar algo más de fondo, que el vacío es un poco más profundo de lo que a veces nos imaginamos y, en este caso, hay un vacío de amor, de desmoronamiento de la pareja, que está sumado a muchas más cosas: a un duelo por la madre fallecida, a la culpabilidad por la paternidad, a otro desamor que está sucediendo con otra persona y, también, a la propia identidad de uno, porque yo creo que cuando se derrumba el amor es cuando nos damos cuenta y nos vemos en un espejo y vemos qué tipo de persona somos en ese momento; te planteas cuáles son tus fallos, y ahí es donde está el libro: empezar a ver todos los fallos que hay en la vida de un tío que la caga constantemente.

—Cuando falleció Tom Petty, escribiste en El País un obituario titulado «Mi patria es la música» en el que dices que «los músicos, como las personas, se mueren». ¿Eso es el tránsito hacia el fogonazo que mencionas en Todo lo que importa sucede en las canciones?

—Totalmente. Al final es el fogonazo de encontrar el número clave de la ecuación matemática de por qué algo tan abstracto y tan misterioso como la música nos causa tantas cosas buenas y nos eleva a un estado tan mágico y tan único. Cuando tú tienes que hablar de la muerte de un artista que crees que nunca se va a derrumbar, como Lou Reed, David Bowie o Leonard Cohen, que crees que son imbatibles, que son eternos, encontrar las palabras exactas para expresar lo que supone su pérdida es como definir el origen de ciertas galaxias y planetas. Pero una cosa es destacarla para la historia de la música popular americana y otra es destacarla para ti. ¿Por qué Tom Petty es importante para el protagonista? Como lo puede ser para ti, para mí o para todos los que sabemos que Tom Petty nos ha acompañado con su música y nos ha trasportado a territorios nuevos. Yo lo recuerdo siendo adolescente, haciéndome vivir los paseos por Madrid de una manera novedosa, más pasional. Pasear por Madrid no era lo mismo hasta que yo escuché a Tom Petty en mis cascos. Después de escribir el obituario me fui paseando a casa para reencontrarme con la ciudad y verla con otros ojos.

—El protagonista de tu libro hace el camino más largo hasta casa desde Embajadores para escuchar «Are you alright?», de Lucinda Williams: «Eres el único que pierde la cabeza por la música, los otros no lo van a entender». ¿Cómo lo explicarías tú?

—Mucho tiempo me he preocupado por intentar querer explicarlo, pero ahora, a mis 40 años, me he dado cuenta de que ya no me preocupa cómo la gente pueda entender o no que coja el camino largo. Es un territorio que he construido a base de canciones, mi identidad, mi carácter. Sé que le debo mucho a ese territorio porque me ha conectado mucho con mi individualismo, con esa parte de mí que no sabía que existía hasta que aparecieron ese tipo de canciones. El libro tiene una reflexión en la que me puedo sentir identificado (y creo que tú también): claro que somos unos chiflados. Y creo que estamos mucho más chiflados de lo que parece. El mundo no está preparado para la gente que tiene esa pasión por el rock and roll, en este caso, o por cualquier otra disciplina artística. El mundo no quiere que seas especialmente libre, que tengas tus propias normas, que tengas tu propio código, tu propia capacidad de superación por lo que te propone el rock and roll, que no se ajusta al molde de la sociedad actual… ni tampoco antes. Eso me fascina y quiero serle leal, lo tengo claro. Quería que el protagonista, desde una perspectiva un poco de caricatura, fuera realmente un tío que estaba dispuesto a serle leal a ese sentimiento, a esa libertad que supone el rock and roll a costa de su salud mental y no hacer caso a la psicóloga.

—La cual le dice que ha conocido muchos casos como el suyo, de gente que huye a su infancia. ¿«Good Vibrations» (The Beach Boys) es la magdalena de Proust del protagonista?

—Exacto. Es una canción que me parecía maravillosa, más allá de que en ese 70% que puedo ser yo, la canción de «Good Vibrations» y a los Beach Boys los relaciono en mi infancia como hago con otros artistas. En este caso me interesaba mucho la historia de esa canción y de Brian Wilson y la idea de que había intentado captar tanto en «Good Vibrations» como en Pet Sounds esa época incandescente que es la infancia y la adolescencia, una época de descubrimiento vital.

—El vinilo que tenía la madre del protagonista era Street Legal (Bob Dylan). ¿Otra magdalena de Proust?

—En el caso de la madre del protagonista, no consumía ese tipo de música. Aparece este disco entre los de Julio Iglesias, Los Brincos… y él mismo se pregunta qué haría ese disco en la vida de la madre. Igual que nunca sabes qué canción te va a elegir. La vida está llena de momentos fortuitos y de casualidades. No sé si la música salva la vida, pero está claro que no te enseña a cambiar pañales, no te enseña a cocinar, a hacer las camas… Eso tienes que aprenderlo, pero la música está ahí para explicarte cosas de la vida, dándote otro tipo de pistas, y sí que salva la vida cuando no te duermes en el coche. Es un guiño por jugar con una paradoja de lo que es la idea de salvar la vida o no, algo fortuito que aparece.

—Decía Bob Dylan que no importaba tanto de dónde venían las canciones sino adónde te llevan.

—Exacto. Es la clave del rock and roll y de la gran cultura, entendido como eso que decía Emilio Lledó: «La cultura tiene que ser educación y libertad». Que te eduque siempre desde el punto de vista de la libertad, no del dogmatismo. Y es eso: adónde te llevan.

—¿Adónde te han llevado a ti las canciones?

—A mí me han llevado a que yo mismo me haga nuevas preguntas sobre la vida. Esas grandes preguntas me hacen reflexionar y dudar sobre mi propia existencia y cómo la estoy llevando. Las canciones me han llevado a otros mundos posibles, me han llevado a conocer que puede existir el consumo de drogas responsable, a que puede existir gente como Lou Reed o como Bowie, ensanchando la vida con sus modelos camaleónicos estéticos con su bisexualidad, al soul en la música negra, a vivir en la identidad de las minorías… Las canciones te llevan a conocer realidades que, de otra forma, no conocerías. Recuerdo coger Transformer de Lou Reed con 13 ó 14 años y flipar. Y no dejaba de sentirme fascinado por ese mundo, porque es real. En mi casa de chaval español madrileño de clase media no hubiera conocido ese mundo de no ser por las canciones de Lou Reed, que me aventuró a querer conocerlo en la vida real.

Carlos H. Vázquez (Zendalibros)

Fernando Navarro

Fernando Navarro (Madrid, 1981) es un periodista y escritor español especializado en crítica musical. Es redactor del diario El País y forma parte del equipo de El País Semanal, principal suplemento del periódico dedicado a grandes reportajes y entrevistas.Se le puede leer también habitualmentecon las columnas La Ruta Norteamericana y como firma en el suplemento cultural Babelia. Desde hace más de una década colabora en diversos programas de la Cadena SER como Hoy por Hoy, A vivir que son dos días, Hora 25 y Sofá Sonoro. También escribe en las revistas Ethic y Ruta 66. Previamente, colaboró en Onda Cero y escribió durante años en las revistas Efe Eme y Rolling Stone.  Ha publicado el ensayo musical Acordes Rotos, el ensayo periodístico Maneras de vivir y las novelas Martha. Música para el recuerdo y Todo lo que importa sucede en las canciones. También ha participado en los libros conjuntos Bruce Springsteen. De Greetings from Asbury Park a la Tierra Prometida y Political World: Rebeldía desde las guitarras.

@fernavarro17

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Ignacio Rodríguez (Nacho Rockdríguez): Malagueño del 80, de esa generación que nos criamos viendo en la tele la Bola de Cristal, que crecimos creyendo que el Rocanrol tenía un valor y que mirábamos a los que lo hacían como una especie de seres superiores con la capacidad de encerrar en letras y acordes nuestros sentimientos, nuestras preocupaciones y nuestras luchas. Debió ser entonces cuando les prometí amor eterno, cuando cambié mi apellido para que hablara de mi nuevo yo y cuando decidí consagrar mis capacidades a escribir sobre ellos. Esa fue mi manera de formar parte, durante algo más de una década, de esta historia. Pero, ya saben, la vida te lleva por caminos raros y muchas veces es ella la que decide cual es tu lugar. Afortunadamente, aun quedan amigos que han conseguido cumplir esa misma promesa, que se acuerdan de uno y que publican libros maravillosos que ponen, negro sobre blanco, historias de chavales como el que fui (como el protagonista de Martha) o de adultos en la encrucijada en que me encuentro (como el de Todo lo que importa sucede en las canciones). Me gusta pensar que Fernando Navarro se inspira en sus propias vivencias y que, con ello, habla un poco de todos nosotros que, como él, crecimos creyendo en el Rocanrol.

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