15/05/2024 - 19:00 - Librería Proteo

Presentación del libro A Quico Rivas (Athenaica) de Fran G. Matute sobre uno de los mayores agitadores culturales de la transición española. En charla con Héctor Márquez.

15/05/2024 - 19:00 - Librería Proteo
Entrada libre hasta completar el aforo.

Cuando España en los años setenta aún era un paraíso de caspa y complejo, ya andaba por ahí Quico Rivas generando, descubriendo, describiendo, inventando y dando lugar para que existiera una generación más libre y creativa como fue la de la Movida. De su carácter polifacético, singular, irreductible y enigmático habla el breviario sobre su vida, modelo e influencia que ha escrito el también crítico y gestor cultural Fran G. Matute en el ensayo/manifiesto A Quico Rivas: Por una revolución de la vida cotidiana, publicado por Athenaica. Quico, aristócrata y anarquista, murió a los 55 años en Ronda en 2008. Pero cada año que pasa parece más referencial y necesaria la figura de este libérrimo escritor, crítico, periodista, artista, agitador y comisario de arte. Para presentar el libro y reivindicar y contextualizar la vida y milagros de Rivas se reunirán el próximo miércoles 15 de mayo en El Tercer Piso de Librería Proteo a las 19 horas Fran G. Matute y Héctor Márquez en conversación. Dentro del ciclo Volver a las Librerías que cuenta con el patrocinio de Fundación Unicaja. Entrada libre.

POR UNA REVOLUCIÓN DE LA VIDA COTIDIANA.
EL LEGADO DE QUICO RIVAS

«Yo mismo cultivé la leyenda de mi mala fama, que es la única fama respetable», dejaría dicho Quico Rivas (Cuenca, 1953-Ronda, 2008) en su última entrevista. Personaje tan esquivo como excesivo, tan singular como multifacético, dedicó toda su vida a la crítica de arte, al comisariado de exposiciones, al periodismo y a la investigación, también a la creación artística, literaria y hasta musical, a la escritura en definitiva, pero sobre todo a la agitación político-cultural, también a las profundidades de la noche, cosiendo con su empuje las ciudades de Sevilla, Madrid y Barcelona, vertebrando por el camino buena parte de la Movida y alrededores. Anárquico y anarquista, a pesar de su linaje aristocrático (o precisamente por ello), vivió siempre cómodo en los márgenes de la historia oficial. Su fascinante relato vital viene no obstante acompañado de encuentros o encontronazos con personalidades tan célebres como Pedro Almodóvar, Alberto García-Alix, Leopoldo María Panero, Guillermo Pérez Villalta, Paloma Chamorro, Juan Tamariz, Federico Jiménez Losantos, Santiago Auserón, Ceesepe o Kiko Veneno. Tras de sí dejó un rastro inagotable de textos e ideas, de acciones y omisiones, aquí por fin recopiladas a mayor gloria de uno de nuestros intelectuales más indómitos e inclasificables.

En A Quico Rivas. Por una revolución de la vida cotidiana, el crítico y gestor cultural Fran G. Matute hace un completo y apasionado retrato de la vida, milagros, anécdotas, leyendas y verdadera influencia de Quico Rivas, uno de los intelectuales, motores y creadores más singulares de la Transición. Un libro que no sólo reivindica a un personaje capital de la cultura de la transición y movida española que siempre gustó de esconderse entre las sombras, sino que en el fondo reclama como necesidad la existencia de más Quico Rivas en la España contemporánea. Un libro que confirma a Fran G. Matute como el mejor y más riguroso investigador y analista que hay en España de los movimientos culturales que surgieron de los márgenes y las periferias en el período del tardofranquismo, la Transición y los primeros años de la democracia en España.

Quico Rivas, un crítico que jamás vendió su alma al diablo

Fue editor y animador de las vanguardias artísticas

Nació en Cuenca hace 55 años. Murió en Ronda hace unos días cerca de su querida Grazalema, a consecuencia de un cáncer. Se crio en Sevilla, donde nos conocimos con pantalón corto, y después se trasladó a Madrid. Pensador, poeta, activista político, crítico de arte, explorador de la frontera que hay entre el arte y la vida, instigador de situaciones, creador de ámbitos, la importancia de su labor en el universo de las vanguardias artísticas de este país durante los últimos 30 años será celebrada por firmas más solventes y con mejores palabras que las que yo puedo enhebrar ahora.

Muchos de los escenarios donde se gestó lo que vino en llamarse movida madrileña le tenían como protagonista. Brillante y refinado, era un conde sin modales de conde. Conde de la Salceda, para más señas, título que cuando le correspondió lo llevó a gala tanto como su condición de insurgente insobornable. Porque lo suyo era la insurgencia permanente. Provocador, inquieto, versátil, lector incansable, buen vividor, escribió las más bellas líneas sobre arte y literatura, desperdigadas en cientos de catálogos editados por ahí.

Fiel a un estilo de francotirador, jamás vendió su alma al diablo, aunque a veces se la alquilara, a tiempo parcial, a demonios menores si la ocasión lo requería. Fue editor, comisario de exposiciones, impulsó a creadores de cualquier signo y vocación, les prestó sus mejores argumentos y enredó mucho, porque su cabeza no paraba de funcionar. Tenía espíritu de corsario, con las velas desplegadas para aprovechar la más ligera brisa. Siempre fue precoz. Su reino estaba en parte en sus carpetas, atestadas de apuntes, proyectos, insinuaciones, en las que cobraban forma sus aventuras artísticas, sus iniciativas, su apoyo a la causa de la acracia, sus textos y su talento para seducir a la gente e involucrarla en mil propósitos. Era capaz de convencer a una serpiente para que le comprara el periódico por las mañanas.

A la par, se consideraba un pintor dominguero. El jueves de la pasada semana reunió a familiares y amigos con una muestra de sus dibujos y collages, en Sevilla. Se despedía de su vida profesional, la de crítico de arte, y celebraba su cincuenta y cinco aniversario como entrada en la gozosa jubilación. Decía que con esa decisión se había quitado un peso de encima. «Ahora puedo dedicarme a mi obra», me susurró con su sorna habitual. «Larga vida al camarada Rivas», le deseamos en su último brindis.

Él ya sabía que no iba a ser así, pero no le dio tiempo siquiera a cobrar su primera pensión. Se fue demasiado pronto, en plena actividad, urdiendo planes, después de pasar un día feliz en su florido valle de Grazalema.

(Diego Carrasco. Obituario publicado en el Diario El País el 6 de junio de 2008)

Fran G. Matute

Francisco de Rivas Romero-Valdespino (conocido como Quico Rivas), V conde de la Salceda, nació en Cuenca, en 1953. Se dedicó principalmente a la crítica de arte y fue uno de los principales impulsores de la renovación cultural de la escena artística sevillana y madrileña entre las décadas de 1970 y 1980. Con solamente 16 años, fundó, junto con Juan Manuel Bonet, el Equipo Múltiple, un grupo en el que ambos desarrollarían su creatividad y expresarían precozmente sus anhelos e inquietudes. Pese a su corta vida (1969-1972) fue un colectivo que dejaría una notable huella en el arte español de la época. Al mismo tiempo, Quico Rivas participó en la fundación del Centro de Arte M-11 e inauguró una sección en el Correo de Andalucía, en el que publicaría sus artículos de crítica artística. En Madrid, también publicó en periódicos de amplia tirada como El País o ABC. Organizó las exposiciones 1980 (junto con Juan Manuel Bonet y Ángel González, Galería Juana Mordó, 1979) y Madrid, Madrid, Madrid (Centro Cultural de la Villa, 1984). En 1992 comisarió la gran antológica de Alberto Greco para el IVAM, en Valencia, y la Fundación MAPFRE, en Madrid. El mismo año también trabajó junto a Juan Pérez de Ayala en el proyecto -malogrado- de una gran retrospectiva sobre Maruja Mallo para el Reina Sofía, que finalmente tuvo lugar, a un nivel más reducido, en la Galería Guillermo de Osma de Madrid.

En 1996, comisarió la importante exposición “Corona Roja sobre el Volcán”, organizada por el Centro Atlántico de Arte Moderno. También escribió numerosos textos para muchos de los artistas de su generación, como Alfonso Albacete, Miguel Ángel Campano, Pablo Sycet, Dis Berlin, Luís Claramunt, Elena del Rivero… En Madrid, regentó los locales Cuatro Rosas y La Mala Fama, vinculados a la movida madrileña, de la que fue un activo protagonista. Como artista, expuso en salas que no formaban parte de los circuitos comerciales, como la Neilson Gallery (Grazalema) o la Galería Cruce (Madrid), pero también en galerías relevantes como Cavecanem de Sevilla o la Galería Sandunga, de Granada. Quico Rivas compaginó todas estas actividades con su implicación en el mundo editorial: fue editor y director de las revistas Refractor e Infiltración, en las que mostró su compromiso político con el anarcosindicalismo y con la CNT, dónde estaría afiliado desde 1976.

Tras años de mala salud, falleció en Ronda, en 2008, coincidiendo con los preparativos de la exposición Los Esquizos de Madrid. La figuración madrileña de los setenta, iniciativa suya, de la que fue el primer comisario, y que se inauguraría en el Museo Reina Sofía en 2009. En los años posteriores a su muerte se publicaron póstumamente los libros Cómo escribir de pintura sin que se note, (Ardora Ediciones, 2011), Reivindicación de don Pedro Luis de Gálvez a través de sus úlceras, sables u sonetos (Editorial ZUT, 2014) y El poeta sordo. 55 jaiqús (Huerga y Fierro Editores, 2019).

(Biografía extraída del catálogo de la exposición Quico Rivas. Genio y figura organizada por la galería Guillermo de Osma. Madrid)