20/09/2024 - 19:00 - Librería proteo

Presentación de El hombre que escribía los cuentos más tristes (Ed. Algorfa), ensayos sobre literatura y libros. Charla entre el autor y Héctor Márquez.

20/09/2024 - 19:00 - Librería proteo - Plaza de Buenaventura, 3 - Málaga
Entrada libre hasta completar el aforo.

El hombre que leía los cuentos más tristes es un libro sobre el amor a la literatura de un hombre que comenzó a leer y a escribir de muy niño y siempre quiso compartir sus pasiones literarias. Este hombre es hoy profesor de instituto de Geografía e Historia en Málaga y lleva más de una década escribiendo un blog sobre literatura, cine y cómics (La mano del extranjero) cuyos artículos, sólidos, rigurosamente documentados y bien escritos, entretenidos y apasionados, abren el apetito a otros para introducirse en las obras y autores que reseña. Se llama José Miguel García de Fórmica-Corsi y en su libro recopila artículos de su blog sobre obras literarias y autores, convenientemente revisados y actualizados. De Borges a Andersen. De Stanislaw Lem a Benito Pérez Galdós. De Joyce a Verne, de Dickens a Vila-Matas. De Sandokán a Guillermo Brown o a El hombre que fue jueves. Presentamos este ensayo sobre literatura, autores, personajes y géneros el próximo 20 de septiembre en El Tercer Piso de Librería Proteo a las 19:00. El autor, profesor de Historia y Geografía de instituto en Málaga conversará sobre los libros que le cambiaron la vida y sus mitos literarios con el director de El Tercer Piso Héctor Márquez. Dentro del ciclo Volver a las Librerías con el patrocinio de Fundación Unicaja. Entrada libre.

El hombre que leía los cuentos más tristes recopila artículos exclusivamente sobre obras literarias, convenientemente revisados e incluso actualizados, extraídos de mi blog La mano del extranjero, por lo que es conveniente presentar primero este. Son dos los propósitos que me han animado a escribirlo en todo el tiempo de su trayectoria. El primero es servir de memoria personal de mis impresiones acerca de las distintas películas, novelas, etcétera, que veo y leo. Si no las pusiera por escrito, demasiadas veces se perderían, como decía el replicante, como lágrimas en la lluvia. El segundo es difundir y estimular el descubrimiento de esas ficciones que tan perdurables me parecen o, para aquellos que ya las conozcan, de servir de punto de encuentro en el que contrastar opiniones y enriquecer de este modo nuestra visión personal. Yo mismo soy un compulsivo lector de críticas, estudios literarios y cinematográficos, biografías de artistas y escritores, blogs también, etcétera. Por ello, en La mano del extranjero figuran, ante todo, reseñas sobre placeres para mí indiscutibles, pues no veo mucho sentido dedicarle un espacio grande (y mis artículos no son breves, ni de componer ni de leer) a algo que me interese poco. Cada artículo, por otro lado, trate sobre un autor o sobre un libro concreto, procura compaginar la información con el análisis, la explicación del contexto con las referencias naturales que surgen sobre otras obras y autores relacionados con el tema abordado.

El principio fundamental que rige mi selección es la huida de etiquetas y tópicos acerca de la «calidad». Para mí no existe la literatura digna o indigna, conceptos que suelen asociarse normalmente a la literatura culta o a la literatura popular, conceptos cuyo análisis es más complejo de lo que parece: considero que cada obra encierra sus propios valores (o sus propios defectos) con independencia del género, del tema, de la supuesta ambición estilística o incluso del medio originario de publicación. Indico con esto que a mí me interesa toda la literatura y no un vector de la misma. Por supuesto, tengo mis predilecciones en cuanto a temas, géneros o autores, por supuesto, pero mi inquietud abarca todas las variedades posibles. La selección expuesta en el libro me parece un buen ejemplo. Son libros publicados en los siglos XIX y XX: aunque en varios artículos he abordado obras anteriores (La Divina Comedia, los distintos Faustos) me ha parecido mejor centrarme en esta larga etapa que supone la edad de oro de la prosa para así mantener cierta unidad a la vez que observar mejor la evolución entre unos tiempos y otros.

El libro se divide en unos cuantos apartados sin otro propósito que establecer un mínimo orden de referencias. Los tres primeros (El siglo diecinueve, El siglo veinte y Literatura española), que he situado astutamente al principio, abordan obras y autores considerados en general como «cultos»: son aquellos sobradamente estudiados en la historia de la literatura. En ellos aparecen Borges (uno de mis predilectos, por haberme abierto además a muchos otros de mis autores ahora predilectos, que por ello aparece en dos artículos), Dostoyevski, Henry James, Dickens, James Joyce, Kafka, Elias Canetti o Mijaíl Bulgákov. En cuanto a los españoles, están autores coetáneos como Marías o Vila-Matas, pero también Galdós con sus Episodios Nacionales, Benet con Volverás a Región o Torrente Ballester con La saga/fuga de J. B. Literatura de vanguardia, por tanto.

Los tres siguientes (La aventura y el thriller, Terror y ciencia ficción y Para «niños») se centran en autores que, por el tema en que se les ha encasillado, o ellos mismos se encasillaron, están por lo general situados en un escalón inferior en las cotizaciones de los estudiosos, si bien casi todos ellos tienen fervorosos incondicionales, incluso entre la crítica más erudita. Por ello, no faltan aquí Julio Verne (también con dos artículos, no en vano es el escritor que inició mi amor por la literatura), Stevenson, Conan Doyle con su Sherlock Holmes, Emilio Salgari y su Sandokán, Mary Shelley y Frankenstein, Chesterton y su inolvidable El hombre que fue Jueves, Agatha Christie, Lovecraft, Isaac Asimov y tal vez mi escritor favorito del siglo XX, Stanislaw Lem.

Ahora bien, siento especial cariño por los títulos incluidos en el último apartado, pues las obras que abordo en él (Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan o la saga de Guillermo Brown), tradicionalmente recluidas al ámbito de la infancia o de la adolescencia, expresan con más turbiedad o con mayor sentido satírico la complejidad del mundo de los adultos. En este apartado figura el artículo que da nombre al conjunto, El hombre que escribía los cuentos más tristes, que se refiere al escritor danés Hans Christian Andersen, a quien pongo como ejemplo de autor confinado (no para todos, afortunadamente) al cuarto de los niños, pero cuyos cuentos expresan, a poco que uno se detenga a leerlos con atención, una complejidad y una riqueza expresiva que pocos esperarían. Por otra parte, como indico en el título, esos cuentos de los que las versiones en cine han transmitido una visión edulcorada, en realidad contienen algunas de las páginas más tristes de la literatura. Y qué mejor imagen de la complejidad de la literatura, de la imposibilidad de reducirla a meras etiquetas, que pensar que el primero que fue ajeno a esa densidad de su obra seguramente fue el propio Andersen…

JMGF

José Miguel García DE Fórmica-Corsi

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