Presentación de La luna en el espejo (Espejismos, marroquismos y otros exotismos) (Ed. Diwan Mayrit) de Miguel A. Moreta-Lara, en charla entre el autor, Marta C. Laforet, Antonio Álvarez de la Rosa y Héctor Márquez.
11/12/2025 - 19:00 - Librería Proteo - Pta. de Buenaventura, 3 - Málaga
Entrada libre hasta completar el aforo.
Nacido en Marruecos y criado en el Sáhara, el filólogo, escritor, profesor, crítico, catedrático ya jubilado de literatura, viajero y agregado cultural en numerosos países Miguel A. Moreta-Lara es un gran amigo de El Tercer Piso de Proteo donde ha sido asesor y presentador hasta en cuatro ocasiones. Pero aún nos quedaba tenerlo como estrella principal del show. Y la ocasión ha llegado con la presentación de un libro que resume su profundo amor y conocimiento por la cultura y literatura marroquí: La luna en el espejo (Espejismos, marroquismos y otros exotismos). Publicado por la Editorial Diwan Mayrit, es un libro que trasciende todos los tópicos sobre exotismos orientalistas y enfrenta la realidad con la visión que de la literatura marroquí se ha tenido desde el exterior, a lo largo de varios artículos o ensayos cortos. Lo presentamos el próximo 11 de diciembre, jueves, a las 19:00, acompañados por el autor y otr@s dos grandes filólog@s y traductores buen@s amig@s de Moreta: Marta C. Laforet, hija de la mítica autora de Nada y Antonio Álvarez de la Rosa. Modera, como siempre, el director del Tercer Piso Héctor Márquez. Patrocina Fundación Unicaja. Entrada libre.


LA LUNA EN EL ESPEJO (SINOPSIS)
El libro actual, La luna en el espejo (Espejismos, marroquismos y otros exotismos), se enmarca en ese gran proyecto de Moreta-Lara de aproximación o más bien de inmersión en Marruecos, del que forma parte, evidentemente, La imagen del moro y otros ensayos marruecos y otros títulos suyos. Es una magnífica cartografía del Marruecos actual, que traza un itinerario único de su realidad idiosincrática, cultural y literaria, y también de la imagen que se tiene de todo ello. Lo que lo convierte en un texto contrapuesto, o de crítica clara, a aquella típica mirada sesgada, egocéntrica que ha marcado mucha literatura en torno al moro y a Marruecos.
Se ha escrito mucha literatura en español sobre Marruecos, pero pocas son las obras del estilo de la presente. Aquí la mirada no es aquella propia de cierta literatura que sigue arrastrando ciertas sombras del pasado; totalmente lo contrario, es una mirada desde dentro, por haber nacido el autor y crecido en el país, una mirada desde el cariño, el respeto, el conocimiento y la nostalgia.
Aziz Amahjour. Prólogo al libro.
“Para Miguel Ángel Moreta-Lara la Literatura es viaje, estilo, lectura, juego, descubrimiento, experimento…”.
(Alfonso Vázquez. La Opinión de Málaga)
Miguel A. Moreta Lara: “En España, con nuestra historia de emigraciones y exilios, estamos doctorados en la eliminación del contrario”
¿Entre México, Hungría y Marruecos, qué país elegiría para vivir y para pensar?
En Marruecos he nacido, reivindico mis raíces de ‘pied noir’. Siempre admiraré la elegancia húngara y la capacidad de aguante que ha tenido su pueblo. De México, todo… Pero me lo has puesto muy fácil: Marruecos para vivir, Hungría para pensar y México para morir… de amor.
¿Y qué tiempo? De su experiencia, ¿echa de menos la efervescencia de otras décadas?
El tiempo dorado de la infancia en el desierto del Sáhara donde crecí hasta los 16 años, Dajla/Villa Cisneros, el mar. También hay otros paraísos que me hubiera gustado habitar (y que, evidentemente, no he experimentado, sino en sus productos literarios y culturales): el decadente mundo austrohúngaro de las dos primeras décadas del siglo XX, los cafés, las movidas de Budapest, Viena, Trieste…, a pesar de que fue una época terrible, de guerras mortíferas y de genocidios… más o menos como la de ahora, pero con menos cultura. La época que pasé en México, entre 2003 y final de 2008, quizá haya sido la más emocionante.
¿La ficción sigue siendo necesaria? ¿Qué utilidad tiene la narración?
Absolutamente necesaria. Al menos para seres melancólicos, aquellos que viajamos por obligación o porque nos llevan como acompañante, como es mi caso. Me refiero al viaje geográfico, a eso del turismo, de visitar cuatro países en tres días… Prefiero el viaje vertical, el que haces con un libro, sin salir de tu cuarto, alrededor de tu cráneo. La narración, como género, tiene muchas utilidades, en primer lugar, una utilidad publicitaria y política… De hecho, ¡pobrecito del político que no sepa construir un relato! Por ejemplo, el relato de presentar su fracaso como éxito. El otro día Muñoz Molina en un artículo memorable, refiriéndose al asunto catalán, hablaba de eso: de disfrutar de una cosa y de la contraria, sorber y soplar, la anulación de la dicotomía… No hay una droga mejor.
¿Y el ensayo y la realidad?
Me parece que emparejar ensayo y realidad, como antes ficción y narración, es poner puertas al campo… Y eso que al campo le ponen puertas todo el tiempo: yo he visto cómo en una visita de cierta primera dama a las dunas del desierto marroquí, compartimentaron perfectamente los arenales… Aludo a ello en ‘Contar las cuarenta’. Suele entenderse el ensayo como un discurso objetivo, representativo de la realidad… No lo creo yo así… Es más, cualquier producto escrito es una construcción y, por tanto, una interpretación, un relato… A pesar de esta afirmación, quizá deba admitir que en mi libro hay al menos uno, el más largo (‘Los pequeños exilios en México’) que se dejaría clasificar como ensayo.
¿Ficción y realidad no intercambian sus papeles en nuestra sociedad?
Sin duda, como decía Hamlet, “hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía”. Dicho de otra manera, la ficción (entendiendo esta como algo maravilloso) es una parte no pequeña de la realidad o, como suele decirse, a veces la realidad copia el arte (o la ficción). Pero no a veces, sino casi siempre. Es un viejo tópico literario, la vida es sueño, la vida es puro teatro… En definitiva, todo es ficción y maravilla, que es lo que quiere decir una paradoja que puso Agustín Cerezales como lema al frente de uno de los mejores libros de cuentos que puedan leerse: “La coincidencia con la realidad es imposible: la realidad no existe”. En ‘Contar las cuarenta’ hay mucha ficción, pero no imaginada, sino tomada de la realidad, por ejemplo, en los textos titulados ‘Helena, mon amour’ o ‘Una botella de sake’.
¿El papel de los intelectuales en nuestra sociedad es superfluo? ¿Han dejado de ser un referente?
Han sido muy importantes. Todavía quedan algunos científicos, algunos filósofos, algunos periodistas, incluso artistas que muy de vez en cuando ejercen de intelectuales. Pero esas luminarias, vigilantes, lúcidas y críticas no se prodigan… Remar contra el viento es trabajoso, ‘lavorare stanca’… Además, nuestras sociedades descerebradas aclaman más a cierto tipo de héroes y líderes analfabetos, futbolistas, cantantes, millonarios, bloggers, influencers, asesores… Sin importarles que sean malas personas, egoístas o corruptas… Claro, el dinero no huele mal, como dijo aquel emperador.
¿Cuál es su referencia de intelectual por antonomasia y por qué?
Para mí un intelectual de referencia es aquel que te regala una caña y te enseña a pescar, te descubre y te explica el mundo en el que vives… En este sentido, en mi época universitaria, me fueron fundamentales Noam Chomsky, Carlos Castilla del Pino, Juan Marichal, Umberto Eco, los clásicos del anarquismo -Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta-, Ramón Menéndez Pidal, Friedrich Engels, Thorstein Veblen, Sigmund Freud, el Marqués de Sade, Johan Huizinga… Luego, más tarde, he admirado la obra y el magisterio de Michel Foucault, Hannah Arendt, Edward Said, Juan Goytisolo, Sami Nair… Finalmente, en México tuve el privilegio de tratar a otros maestros de vida y letras a los que añoro grandemente: Fernando Vallejo, David Antón, Julio Scherer, Raúl Ortiz, Juan Gelman…
Cosas que parecían sobrepasadas parecen de nuevo en tela de juicio: el estado de las autonomías, la protección del débil… ¿Estamos yendo hacia atrás en materia política y de derechos?
Desgraciadamente, a nivel global, no creo que estemos mucho mejor que hace cien años. El nivel de vida de las clases medias europeas no creo que sea un indicador mundial, aunque a nosotros nos esté beneficiando el estado del bienestar alcanzado. El retroceso en materia de derechos en grandes regiones del planeta no se ha dado por la simple razón de que nunca han existido allí los derechos humanos. Los regímenes semidictatoriales en muchos países, las zonas de enfrentamiento bélico, la brutal desaparición de estados incómodos (pero importantes, por su producción petrolera, por ejemplo) para USA/UE, la internacional banquera, la crisis medioambiental que puede que nos lleve a un colapso climático, la producción armamentística, el control de los medios y las redes, son algunos de los regalos que aportan los jinetes del apocalipsis: el hambre, la guerra, la muerte y la internet.
-En su libro ‘Contar las cuarenta’ la memoria tiene un papel importancia. ¿Cree que debe existir una equidistancia como algunos plantean entre la memoria de las víctimas y los verdugos?
La memoria, en manos de los políticos, se está convirtiendo en un arma entre los dos bloques históricos. Es una vergüenza. Para pasar página hay que cerrar heridas. Y para ello, no hay otra que desenterrar a los muertos y enterrarlos dignamente, como hicieron los vencedores con los suyos. ¿Quién debe hacerlo? El Estado, por supuesto, pero hay que encargárselo a los profesionales: historiadores (de verdad) e intelectuales outsiders, que no actúen con criterios partidistas y que desactiven el enfrentamiento víctima/verdugo. Al margen de esto, mi libro, como usted dice, es muy memorioso… Decía Antonio Machado, que se canta lo que se ha perdido. Mi vida perdida (ya vivida) en Marruecos, Hungría y México se canta en las páginas de ‘Contar las cuarenta’, pero de una forma placentera, como la de un amor de otra época…
-Que la ultraderecha llegue a las instituciones ¿es una prueba de normalización del país con respecto al resto de Europa o una mala noticia?
Por un lado, está bien que cada uno esté donde deba estar. Digamos que el gran partido de la derecha española ha hecho limpieza. Más o menos como en Europa. Ahora solo queda que los llamados partidos de centro y de la derecha actúen como en Europa con respecto a la ultraderecha, y no pactando con ella. Lo que sí es una mala noticia es la pujanza con la que acaba de llegar, efecto, creo yo, de la mala memoria, de la falta de memoria histórica. Para revertir esta base electoral, que ha aupado a quienes prometen alambradas y toros, hace falta pan y escuela, mejorar los salarios, la educación, la cultura…
-¿No vivimos un tiempo en que parece que el trabajo hecho por y para la cultura no ha calado en amplias capas de la sociedad?
Totalmente de acuerdo. De ahí la importancia y la necesidad de la acción cultural. Hay mucho por hacer. La marea de la basura mediática es imparable. Quiero imaginar que si al niño Abascal (permítame este ejemplo, ayer [por este domingo] fueron las elecciones) un pariente, un maestro, le hubiera leído unos versos de la Ilíada, aquellos en que Príamo acude ante su enemigo Aquiles a suplicarle la entrega del cadáver de su hijo Héctor, que es una de las cumbres de la literatura universal, quizá entonces el adulto Abascal hubiera resultado de otra pasta. Más amable, quizá.
-Con el pasado histórico que ha tenido Europa y España, ¿cómo es posible que la xenofobia campe a sus anchas?
Es un mecanismo de defensa muy simple y entendible por las buenísimas gentes: la culpa es siempre del otro, del vecino de enfrente, del guiri, del negro, del moro… El judío ya no cuela… En España, además, con nuestra historia de emigraciones y exilios, estamos doctorados en la eliminación del contrario. Los medios de comunicación, no solo los que apoyan a la ultraderecha, no se recatan en echar leña al fuego difundiendo por las redes falsedades y falacias de todo tipo al respecto.
-Un país producto del mestizaje ¿puede permitirse el lujo de ser racista?
Como le decía antes, padecemos de amnesia crónica, de mala memoria histórica, se lee rápido (y pocos caracteres) y se quema… Se difunde el veneno en las redes… También en esto ya somos europeos, donde parece que todo el mundo compite en ser más racista que los demás. No dejo de pensar que es una cuestión donde la economía tiene mucho que ver. Hay más aporofobia (odio contra el pobre) que xenofobia o racismo… En el sur, donde vivo, se detecta fácilmente: no se mira igual al árabe propietario de un equipo de fútbol que al moro mantero. El negro rico es cool y sexi, el negro pobre es despreciable y maloliente. Cosas del dinero. Poderoso caballero.
(Rubén Alonso. Eldiario.es. 2019)

LA BIBLIOTECA ROBADA A MULEY ZIDÁN
Para Maribel Méndez
Hacer navegar a los libros ya fue afanosa tarea de los pueblos antiguos, sobre todo de los que mercadeaban con todo tipo de bienes, como fueran los fenicios y los griegos. «Un discípulo de Platón encargó copias de las obras de su maestro y se embarcó rumbo a Sicilia para venderlas». Este testimonio es doblemente valioso: no solo por revelar la existencia en la antigüedad de libreros que se aventuraban en la exportación de libros, sino por hacernos visible que, incluso en vida de nuestros clásicos, hubo autores cuyos escr-tos eran buscados y vendidos al otro lado del mar. El dato lo tomo de esa pequeña y milagrosa enciclopedia que es El infinito en un junco de Irene Vallejo, quien, si las divinidades de la literatura no la protegen, acabará muerta de éxito: ¡que Palas Atenea la preserve! Una de mis relecturas del confinamiento fue la Expedición de los diez mil (o Anábasis), entretenimiento de mi adolescencia. En ella Jenofonte alude a unos despojos de naufragios en la costa tracia donde había «muchas camas, muchas arcas, muchos libros y otros muchos objetos que los navegantes suelen transportar en cajas de madera». Tampoco escapó este testimonio al escrutinio sagaz de doña Irene Vallejo.
Hay una historia de piratería y picaresca españolas que ha durado siglos y que concierne a una gran biblioteca de manuscritos árabes. Intentaré resumirla. En mayo de 1612, el sultán Muley Zidán contrató el navío Notre-Dame-de-la-Garde, capitaneado por Jean Philippe de Castelane, para que trasladara desde Safi a Agadir su biblioteca personal y otras riquezas que había heredado de su padre Ahmed al-Mansour al-Dahabi. Antes de descargar el tesoro (120 cajas con paños, espejos, astrolabios, perlas, ámbar, libros), Castelane exigió el pago del flete y, dudando de que lo satisficieran, puso rumbo a Marsella. A la altura de Salé (Mehdía o La Mamora, señalan otros cronistas), el Notre-Dame-de-la-Garde fue apresado el 5 de julio por cuatro galeras españolas al mando de Luis Fajardo y trasladado a Lisboa (parte del imperio de España entonces), de allí a Cádiz y luego —su contenido— a Madrid, donde Felipe III ordenó depositar los valiosos 3975 manuscritos de la biblioteca de Zidán en la librería de San Lorenzo de El Escorial. Así que fue el robo de un robo y el piadoso monarca español debió de pensar aquello de «quien roba a un ladrón…». El Escorial ya contaba con un fondo de textos arábigos, como los procedentes del botín de la batalla de Lepanto, una veintena de manuscritos árabes, persas y turcos, entre ellos el famoso Corán de Lepanto, magníficamente escrito y adornado (que posteriormente desapareció). La reclamación de la biblio-teca robada a Zidán, que alguien ha llamado «la Alhambra de los libros», fue recurrente por parte de los sultanes de Marruecos. Nunca fue atendida. Aparte de las primeras solicitudes de rescate de Muley Zidán y de su hijo Muley Mohamed (este, a través de un franciscano en 1651), a lo largo de los años y siglos posteriores hubo, entre otros, tres grandes embajadores que plantearon la cuestión, sin suerte: Al-Gassani (1690), Al-Gazal (1766) e Ibn Utman Al-Maknasí (1780). Mientras tanto, en 1671 se produjo un incendio en la biblioteca escurialense que acabó con 2500 manuscritos del tesoro de Muley Zidán.
Las diferentes versiones de la captura, las órdenes reales y dictámenes del Consejo de Estado, los detalles que involucraron a los dos reinos con una intensa actividad diplomática, la diligencia investigadora y catalogadora del ejército de traductores que manejaron este fondo, las podrá encontrar el lector curioso y la lectriz estudiosa en la sinopsis histórico-descriptiva de Braulio Justel La Real Biblio-teca de El Escorial y sus manuscritos árabes (1987). El último episodio de esta historia acontecería cuando, finalmente, en 2013 el rey Juan Carlos I (que parece que también daba y no solo recibía) entregó al rey Mohamed VI una copia digitalizada de los 1939 manuscritos arábigos que aún quedaban en la biblioteca de El Escorial.
Esta biblioteca robada y su largo exilio en El Escorial me lleva a otros barcos y otras tragedias. El exilio español, como consecuencia de la guerra civil, tuvo también su lado de ejemplaridad en un país generoso, México, por mano de su presidente Lázaro Cárdenas, al acoger y salvar la vida de miles de españoles fugitivos. A través de los organismos creados por las autoridades republicanas en coordinación con las mexicanas, se organizó desde los puertos franceses el acarreo de la España refugiada hasta los puertos de acogida. En estos barcos se transportaron vidas humanas, pero también iban con ellos la cultura (tan perseguida por los fascistas) y los libros.
Miguel Moreta. La luna en el espejo (Ed. Diwan Mayrit. 2025)

Miguel A. Moreta-Lara
Miguel A. Moreta-Lara es escritor, filólogo y catedrático de instituto de lengua y literatura jubilado. Nacido en Marruecos, vivió en el Sáhara hasta terminar el bachillerato. Se licenció por la universidad de Valladolid en Filosofía y Letras, especialidad de Filología Románica (1976). Entre los años 1993 y 2009 residió fuera de España, durante los cuales ejerció como profesor en universidades de Marruecos (Mohamed I, Uxda y Mohamed V, Rabat) y Hungría (Eötvös Lórand, Budapest), así como de asesor, agregado y consejero de educación en las embajadas de España en Rabat, Budapest, México DF (hoy, Ciudad de México) y Bogotá. Fundador y director de la revista Transatlántica de educación (México, 2004-2008) y miembro del consejo de redacción de Aljamía y Cuadernos de Rabat (Rabat, 1993-1999). Ha coordinado proyectos conjuntos de instituciones educativas de España con Marruecos y con diversos países europeos e iberoamericanos. Es autor de ensayos, colaboraciones y artículos aparecidos en publicaciones de España, Marruecos, Hungría y México. En su etapa mexicana (desde el 2003 y hasta diciembre de 2008), cuando residió en México DF (hoy, Ciudad de México), donde se desempeñó como consejero de educación de la Embajada de España, mantuvo una estrecha relación con la colonia de descendientes de los exiliados republicanos y con diversas instituciones relacionadas con ellos, especialmente con el Colegio de México, el Colegio Madrid y el Ateneo Español de México. Participó en múltiples actividades con autores y personalidades del exilio.
Como investigador de la cultura popular, escribió y publicó una serie de tres libros al alimón con el profesor Francisco Álvarez Curiel: Supersticiones populares andaluzas (1992), Recetario de dulcería andaluza (1994) y Los andaluces en el refranero (1995). De tema marroquí son asimismo tres libros publicados: Repertorio de Hispanistas Magrebíes (con Mohammed Salhi, 1998), La puerta de los vientos. Narradores marroquíes contemporáneos (con Marta Cerezales Laforet y Lorenzo Silva, 2004) y La imagen del moro y otros ensayos marruecos (2005 y 2018). Otras obras: Más amor y más sufrir. Cancionero de cuplés (2000), Contar las cuarenta (2019), Dietario salvaje (2021), Infierno y paraíso de las islas. Memorias de mar y mujer (2022), Mientras respira la tarde. Cien micrólogos (2024). La luna en el espejo. Espejismos, marroquismos y otros exotismos (2025) es su última obra publicada. Es asiduo colaborador-presentador de El Tercer Piso de Proteo donde ha participado ya en cuatro ocasiones. Esta es la primera en la que participa como autor principal.
Marta Cerezales Laforet. Filóloga francesa, profesora y traductora, es hija de la legendaria novelista Carmen Laforet y del periodista Manuel Cerezales. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Liceo Francés de Madrid y Filología Francesa en la Universidad Complutense de Madrid. Fue catedrática de francés de instituto hasta 1999, año en el que es nombrada asesora en la Consejería de Educación de la Embajada de España en Rabat (1999-2005) hasta que en 2005 pasa a ocupar el puesto de agregada de Educación en la Embajada de España en Budapest hasta el año 2010. En su última etapa se ha dedicado íntegramente a la traducción de autores del francés siendo muy especial la labor de traducción que ha realizado de la obra de Abdelfattah Kilito, autor que ha dado a conocer en España con ocho libros traducidos o de Lydie Salvayre, con otros cinco títulos. Otros autores que ha traducido son Isabelle Werck, Panait Istrati, Pascal Quignard, Aimé Césaire, Madame du Châtelet o E. Dujardin. También es responsable de antologías como La Puerta de los vientos. Narradores marroquíes contemporáneos, en compañía de Lorenzo Silva y Miguel A. Moreta o Estampas de mujer. Selección de cuentos de autores franceses del siglo XIX. El Develo, 2016.Siete mujeres. El Desvelo, 2019. Libros traudcidos por ella y publicados este mismo año son La chica del fusil. Marina Ginestà, de Isabelle Werck (Bala Perdida) y ¡Nos gustan los domingos! (El Desvelo) e Irrefutable ensayo de exitología (Menos Cuarto Eds.) de Lydie Salvayre.


Antonio Álvarez de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1946) es Catedrático de Filología Francesa de la Universidad de La Laguna, ensayista, traductor, articulista y conferenciante. Ganó el Premio de Traducción 2010 “Rafael Cansinos Assens” y el XVI Premio Málaga de Ensayo 2024 “José María González Ruiz” por Flaubert a la carta (Páginas de Espuma). Ha prologado obras de Luis Feria, Michel del Castillo, Víctor Hugo, Flaubert, Maupassant, John Antoine Nau, André Breton, Nivaria Tejera, Alejandro Cioranescu, Abdellatif Laâbi. Es autor de artículos en revistas literarias o en suplementos culturales, sobre, entre muchos otros, Breton, Abdellatif Laâbi, Flaubert, Michel del Castillo, Jules Verne, Michel Tournier, Émile Zola, Guy de Maupassant, Marcel Proust o Albert Camus entre muchos otros.
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