Presentación de El guitarrista de Montreal (Galaxia Gutenberg), novela sobre Leonard Cohen de Miguel Barrero. En conversación entre el autor y Héctor Márquez
15/05/2025 - 19:00 - Librería Proteo - Pta. de Buenaventura, 3 - Málaga
Entrada libre hasta completar el aforo.
Decir que Leonard Cohen es uno de los poetas y cantautores más influyentes del siglo XX, no es decir nada original. Pero sí lo es que un escritor español reconstruya su figura e influencia en una novela donde rastrea los orígenes del canadiense y de un maestro misterioso que le enseñó en 1949 los seis acordes de guitarra que estarían en el origen de todas sus canciones. Fascinado por García Lorca, Cohen recibió tres clases de guitarra de un joven gitano español que residía en Montreal. Y esta búsqueda del personaje perdido y la influencia que tuvo en el autor de Suzanne es el motor que ha guiado al premiado novelista asturiano Miguel Barrero, director de la Semana Negra de Gijón, para escribir su última novela: El guitarrista de Montreal. Publicada por Galaxia Gutenberg, presentamos esta maravilla en una charla entre el autor y el director de El Tercer Piso, Héctor Márquez, el jueves 15 de mayo a las 19 horas en El Tercer Piso de Proteo. “Te dije al llegar que era un extranjero”: con este verso de la canción de Cohen Stranger Song arranca Miguel Barrero, que también es guitarrista aficionado, esta novela de búsqueda de aquel enigmático guitarrista. Acompáñenos en esta exploración literaria por uno de los misterios que alumbraron la obra de un artista sublime y universal. Entrada libre.

SINOPSIS EL GUITARRISTA DE MONTREAL
En la mitad del siglo XX un joven canadiense descubre la poesía de Federico García Lorca en una librería de Montreal. Casi al mismo tiempo, un enigmático gitano español le imparte tres lecciones de guitarra que resultarán decisivas para el nacimiento de una vocación que lo terminará convirtiendo en una de las figuras fundamentales de la música popular contemporánea. Al final de sus días Leonard Cohen recordaría a aquel guitarrista anónimo, una presencia tan determinante como vaga que definió el rumbo de su futuro y del que nunca llegó a saber gran cosa, más allá de su procedencia y su inesperado y trágico final.

Este libro es el resultado de una búsqueda literaria: la que sigue el rasgo de aquella figura oscurecida por la penumbra de la historia, pero también la que indaga en la capacidad sanadora o redentora del arte, y en los mecanismos indescifrables que rigen las leyes del azar.
La búsqueda del «guitarrista de Montreal», el misterioso español que regaló a Leonard Cohen su voz musical
El escritor mierense Miguel Barrero rastrea en su nueva novela la figura del intérprete flamenco al que aludió el cantautor canadiense en su memorable discurso de los premios «Princesa»: un nómada español en Montreal que se suicidó pocos días después de enseñarle en un parque seis acordes sobre los que Cohen construiría una legendaria carrera musical
El momentazo de la entrega de los premios “Príncipe” -entonces aún se llamaban así- del 21 de octubre de 2011 fue cuando el cantautor canadiense Leonard Cohen declaró en el Campoamor su pasión por Lorca y desveló en su discurso algo que nunca había contado en público. Toda su música, aseguró, nació cuando él tenía unos 15 años, en un preciso instante de su adolescencia, en un encuentro breve ocurrido en 1949 con un músico español, un guitarrista flamenco, que conoció en un parque de Montreal y que le enseñó a tocar seis acordes. Seis acordes sobre los que él construiría una carrera hoy legendaria como cantautor. Pero el guitarrista español, que entonces tenía 19 años y cuya identidad no desveló Cohen, se suicidaría pocos días de después de conocerse. En ese momento, el teatro entero quedó sobrecogido. Y entonces también, y sin que su autor lo supiera todavía nació, la novela “El guitarrista de Montreal”, la nueva obra del escritor mierense Miguel Barrero, que divide su tiempo entre su trabajo en Madrid y su puesto como director de la Semana Negra de Gijón.
¿Quién era aquel guitarrista? Ni Cohen lo dijo ni nadie, ninguno de sus biógrafos, pese a la importancia germinal del personaje, ha logrado identificarlo todavía. Barrero tampoco. Vaya por delante que “El guitarrista de Montreal” (ed. Galaxia Gutemberg) no desvela el misterio. Aunque lo buscó, aunque la novela echa a andar precisamente en torno a esa búsqueda, el personaje rastreado adquiere la inconsistencia de un fantasma. “El guitarrista de Montreal” es, más bien, un viaje hacia la certeza de que nuestras vidas se construyen con los caprichos del azar. Así la explica Barrero: “Es una narración errante porque va saltando en el tiempo, en el espacio, combina la autoficción con la ficción pura y dura, con los apuntes viajeros, con la recreación biográfica… En el fondo trata de preguntarse hasta qué punto lo que somos se debe a la casualidad y no a lo que nosotros hemos querido. Si Leonard Cohen no hubiera encontrado a ese chico en un parque seguramente no habría sido Leonard Cohen. Si este chico no hubiese sido profesor durante tres días de Leonard Cohen, no sabríamos lo poquísimo que sabemos de él, que es que una vez existió y estuvo en esos tres días en Montreal. Si Lorca no hubiese muerto como murió, seguramente sus versos no habrían llegado a Canadá y posiblemente Cohen no hubiera conocido su obra”.
Esa cadena de casualidades tiene un paralelo en la vida del autor de “El guitarrista de Montreal”, que estaba el día del discurso en el Campoamor, cubriendo el acto como periodista, pero tan solo archivó aquella alusión al maestro de Cohen “como una historia de la que a lo mejor en algún momento podía tirar. Pero pronto se me olvidó por completo”. En 2022, Barrero hizo un viaje a Montreal, la ciudad natal de Cohen, por motivos de trabajo. Entonces dirigía la Fundación Municipal de Cultura de Gijón. “Aunque fueron días muy ocupados, la primera mañana la teníamos libre y fuimos a comer a un restaurante en el que, cuando entramos, por el hilo musical empezó a sonar ‘Dance me to the end of love’. Entonces me acordé: pero si Cohen era de aquí, si aquí fue donde pasó aquella historia con el guitarrista…” Ahí comenzó la preparación de una novela donde la guitarra del protagonista también tenía un correlato en la vida de Barrero: “Aprendí a tocar la guitarra durante el confinamiento, fue mi tabla de salvación”. De eso habla también del libro, “de la capacidad redentora que tiene el arte, la cultura”. Al escritor mierense le ayudó a superar el encierro pandémico lo mismo que Cohen “conoce a ese el guitarrista en un parque que está detrás de su casa es un adolescente, en esa etapa en la que uno no sabe qué hacer con su vida y uno busca un asidero. Y este chico le da uno, le enseña a tocar seis acordes. Y coincide en un momento en el que él encuentra su voz musical pero también su voz poética porque, por la misma época, en una librería de Montreal a la que entra a curiosear se encuentra con libro de Lorca, que va a ser una influencia decisiva en su vida. De hecho, hasta su hija se llama Lorca.”
Visitó Barrero el lugar de los hechos, el paisaje de la vida de Cohen en Montreal; leyó biografías, todas las publicadas en España, y habló con uno de los biógrafos, español y amigo del venerado cantautor. Nada. “Todos tratan el episodio de una manera muy anecdótica. Me sorprendió que nadie hubiera seguido esa huella porque sabíamos que era español, que era gitano y que tocaba la guitarra. De todo lo que intenté (para encontrar al guitarrista de Montreal) nada dio resultado, es como una figura fantasmal. Como si hubiese aparecido en el mundo solo en ese momento y luego hubiese desaparecido”.
-¿Y si Cohen se lo inventó?
-Es una posibilidad, es una posibilidad. Pero no sé hasta qué punto eso puede ser así, porque realmente Cohen dio datos sobre él. Sería un hombre que llevaba una vida nómada porque cuando Cohen llamó preguntando por él dice que telefoneó a una ‘bawdy house’, una especie de prostíbulo. Con lo cual, seguramente vivía de muy mala manera en un rincón tirado de Montreal. Este guitarrista tenía un sobrenombre, según dijo Cohen. Lo llamaban ‘El hispano”. Imagino que era un tipo que andaba por las calles y lo que hago en el libro es fantasear con su posible biografía en Montreal, sobre sus orígenes españoles, ver qué tipo de gente era la que emigraba a Canadá en aquella época… Porque Canadá era un destino improbable. La emigración española la asocias a Latinoamértica, como mucho a Estados Unidos, y no piensas en Canadá. Pero en Montreal, muy cerca de donde está la casa que Cohen compró cuando era un cantautor famoso, está el Círculo Español de Quebec, en un barrio donde hay bastantes negocios que remiten a España. Con lo cual, sí que hay un cierto asentamiento español en Canadá. Pero nadie me supo dar referencias de aquel hombre….
(Eduardo Lagar. La Nueva España. Abril 2025)
EL GUITARRISTA DE MONTREAL (FRAGMENTO PRIMER CAPÍTULO)
Me siento en el banco contiguo y juego a imaginar que fue aquí, exactamente aquí, donde sucedió todo.
Me entrego durante unos minutos a la contemplación silenciosa del parque, del espectáculo de los rascacielos desafiando al río, de ese sol que brilla en lo alto y desparrama un calor salvífico sobre la ciudad que pugna por liberarse de sus pecados. Vuelvo a Belmont Avenue y me detengo otra vez delante del número 599. De una de las casas aledañas sale un vecino. Es un hombre sólo unos pocos años mayor que yo, está calvo y viste una camiseta y unos pantalones cortos, no hay forma de saber si se dispone a hacer deporte o simplemente se ausenta para hacer algunos recados, las compras imprescindibles con las que salvar el fin de semana. Se acerca hacia mí y su mirada denota una curiosidad asemejada a la de los jóvenes que charlaban en el parque. No debe de ser muy habitual encontrarse en esta calle con extraños, ver cómo merodean por aquí personas que no tienen que ver nada con el barrio y a las que se les reconoce en seguida su condición de forasteros. Imagino que desconfía, o que al menos me observa con algunas reticencias, quizá los lugares no se limiten a conservar su propia memoria, puede que además la depositen de un modo intuitivo en quienes los habitan. Pienso que también los antiguos judíos que habitaron estos pagos tuvieron que sospechar cada vez que llegaba un desconocido, quién será ese hombre o esa mujer, qué ha venido a hacer aquí, quiere unirse a nosotros o pretende delatarnos, es enemigo o cómplice, persigue nuestra salvación o viene a traer nuestra condena.
–Is this the house where Leonard Cohen grew up?
Con la pregunta intento desmadejar sus precauciones. Lo consigo. El hombre esboza una media sonrisa en la que también advierto un deje de cansancio –pienso que no soy el primero que viene por aquí y que formula esta pregunta u otra muy similar, puede que él mismo haya tenido que responderla alguna vez, quizá el gesto no era de curiosidad sino de reconocimiento, habrá mitómanos que a lo largo del año se aproximen por aquí en algunas horas muertas, como estoy haciendo yo, o conviertan este lugar en la parada más relevante de toda su estancia en Montreal.
–Yes, it is –responde–. The legend says he used to play guitar there, in the park.
Extiende el brazo para señalar el camino que se adentra en el Murray Hill como invitándome a que me encamine hacia allí. De su explicación deduzco que no conoce bien la historia, o que no tiene ganas de contármela y prefiere confiarme una versión simplificada hasta la falsedad. Estoy a punto de agradecerle sus atenciones cuando su brazo se gira hacia el coche que permanece aparcado a un lado de la casa.
–That’s the owner’s car, but it isn’t Leonard Cohen’s car.
Sonrío para fingir que me ha hecho gracia su chiste.
–Where are you from?
–Spain. I came a few days ago from there.
–Oh, Spain, good country.
Ahora sí, le doy las gracias. Asiente y se va por el mismo camino que me ha invitado a seguir a mí. Me ha parecido inútil explicar que ya he estado en el parque y me parece grosero preguntarle si la casa sigue perteneciendo a la familia Cohen, si aún era de su propiedad cuando él murió o si la habían vendido mucho antes. Sopla una brisa que no es excesivamente generosa, pero cuya elocuencia basta para disipar el calor de esta mañana que avanza ya hacia el mediodía. Antes de girarme para emprender el camino de regreso, en un rapto de sentimentalismo inútil, pienso que sería bonito escuchar de pronto, transportado por el aire, el lamento desgarbado de una guitarra primeriza.

Miguel Barrero
Miguel Barrero (Oviedo, 1980) ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven), La vuelta a casa, Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner), La existencia de Dios, Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado), La tinta del calamar (premio Rodolfo Walsh), El rinoceronte y el poeta y La otra orilla, así como el libro de viajes Las tierras del fin del mundo y la recopilación de artículos Siempre de paso. Fue seleccionado por el programa 10 de 30 de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo como una de las voces representativas de la nueva narrativa española y residió como escritor invitado en la Santa Maddalena Foundation. En la actualidad escribe en Zenda y en Cuadernos Hispanoamericanos y dirige la Semana Negra de Gijón.
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