Venecos y otras noches literarias. Coloquio con el multipremiado escritor y profesor de escritura creativa venezolano afincado en Málaga Rodrigo Blanco Calderón sobre sus novelas The Night, Simpatía y el reciente libro de relatos Venecos. Charla con Héctor Márquez.
07/11/2025 - 19:00 - Librería Proteo - Pta. de Buenaventura, 3 - Málaga
Entrada libre hasta completar el aforo.
Desde antes de iniciar la programación de El Tercer Piso de Proteo, allá por septiembre de 2022, teníamos ganas de recibir a Rodrigo Blanco Calderón en este proyecto. Hemos tardado, porque le tenemos el respeto que se tiene a los grandes escritores, los que seguro dejarán huella. Pero al fin el próximo viernes 7 de noviembre, a partir de las 19 horas, dialogaremos con él en El Tercer Piso. El escritor venezolano es una de las voces más potentes de la literatura latinoamericana contemporánea. Autor de novelas como The Night (Premio de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa) y Simpatía (Long List Premio Internacional Booker de Novela 2024)y de libros de relatos como Terneros o el reciente Venecos, Blanco Calderón ha explorado con profundidad la violencia, la pérdida y el desarraigo que marcan la experiencia del exilio, pero también los lazos de memoria y resistencia que la sostienen. Desde su residencia en Málaga, ciudad que se ha convertido en refugio y punto de encuentro para muchos venezolanos, el autor reflexiona sobre el exilio, la identidad y el poder de la literatura como espacio de reconstrucción. Este coloquio con el director de El Tercer Piso Héctor Márquez y con el público es una oportunidad para adentrarnos en su universo literario y conocer un poco más sobre su evolución como escritor y profesor de escritura creativa. Cómo escribir, en fin, tan lejos y cómo sostenerse en un mundo donde abunda la gente que publica libros y escasean l@s buen@s lectores y la buena literatura. Con el patrocinio de Fundación Unicaja. Entrada libre.
RODRIGO BLANCO: ESCRIBIR DESDE EL DESARRAIGO
Es uno de los más destacados escritores latinoamericanos actuales. O, lo que es lo mismo, escritores que escriben en lengua española. Ha recibido numerosos galardones que testifican su relevancia literaria: además del Premio Bienal Vargas Llosa por The Night, obtuvo el premio O. Henry Prize de narrativa breve en 2023 por su cuento “The Mad People of Paris”. O Simpatía fue incluida en la longlist del International Booker Prize en 2024. Su voz destaca por conjugar la agudeza de lo urbano, la violencia simbólica y real de la Venezuela contemporánea, y el desplazamiento como experiencia vital. En entrevistas recientes señala que la escritura le permite “dotar de sentido la vida” frente al desarraigo. Aunque nació en Caracas, ha vivido fuera de Venezuela durante buena parte de su carrera. Entre 2015 y 2018 residió en París, y desde entonces está establecido en Málaga (España). En su obra está presente el doble registro de quien habla desde dentro de la crisis venezolana y también desde la condición de emigrado. Sobre ese paso señaló: “no me siento un perseguido político, pero la realidad de Venezuela me expulsó”.
La narrativa de Blanco Calderón se caracteriza por su mezcla de realismo crítico, delirios urbanos y análisis de la subjetividad en contextos de crisis. Sus personajes a menudo habitan ciudades que se desploman o se transforman, enfrentan apagones, violencia, exilio; son voces que buscan entender “¿qué nos pasó?” cuando una sociedad entera se fractura. Aun así, su mirada evita la simple denuncia: el humor, la ironía y la construcción literaria consciente están presentes, lo que aporta complejidad y matiz. En un tiempo marcado por la dispersión de la escritura latinoamericana —y muy en particular venezolana— Rodrigo Blanco Calderón representa una generación que enfrenta la diáspora, la crisis, la memoria y la lengua sin renunciar a la ambición formal. Su obra contribuye a renovar la narrativa hispanoamericana en un mundo en el que los desplazamientos se vuelven cotidianos.

The Night (Novela. Alfaguara. 2016)
Ambientada en una Caracas asediada por la violencia y los apagones, la novela sigue a varios personajes —entre ellos un psiquiatra obsesionado con los sueños y un escritor frustrado— cuyas vidas se cruzan en medio del caos urbano. Con un estilo polifónico y lúcido, Blanco Calderón retrata la desintegración moral de un país y la resistencia del arte ante la oscuridad.

Simpatía (Novela. Alfaguara. 2021)
En una Venezuela en ruinas, Ulises Kan, traductor solitario, encuentra sentido al enterrar perros callejeros mientras el país se derrumba. Entre humor negro y melancolía, la novela indaga en la pérdida, la lealtad y la empatía en tiempos de deshumanización. Simpatía es una fábula moral sobre cómo conservar la ternura en medio del desastre político y personal.

Venecos (Cuentos. Páginas de Espuma. 2025)
Conjunto de trece relatos que exploran el exilio venezolano desde múltiples miradas: migrantes, refugiados, nostálgicos y oportunistas. Blanco Calderón desmonta los clichés de la diáspora con ironía y profundidad, mostrando cómo la identidad se fragmenta lejos del país. Venecos ofrece una radiografía lúcida y sin sentimentalismo del desarraigo contemporáneo.
Una vida distinta
–Mejor película –dijo Mariano.
Sostenía el bolígrafo, sobre el papel, esperando mi respuesta. Debía pensármelo bien porque esa categoría era la que sumaba más puntos y, en las últimas tres ediciones de los premios Óscar, él había acertado. En cada ocasión había sido como encajar un gol en el minuto noventa.
–Moonlight –dije.
–¿En serio? ¿De verdad crees que esa porquería va a ganar? Yo me la juego por La La Land.
–Esa es otra porquería.
–Sí, pero se trata de elegir la porquería más probable.
«La porquería más probable». Esa era una buena definición de lo que habían sido nuestras vidas. Escoger la porquería más probable. A veces, la más deseable. O la que estuviera al alcance, esa que te iba a volver mierda más rápido.
–¿Qué nos jugamos? –preguntó.
La premisa implicaba siempre un ataque directo al corazón. Ofrecer como presa algo muy codiciado por el otro. No pedirlo. Esa variante encerraba la clave de nuestra amistad. Así había sido en Caracas, desde la época en que estudiábamos juntos en el colegio y luego cine en FilmVen; en Miami, cuando volvimos a coincidir, yo dedicado a la música y él a seguir quemando la mensualidad que le enviaba su padre; y ahora en Los Ángeles, a donde Sabrina y yo nos habíamos mudado hacía un par de años.
En Miami le hice la música a un documental de un amigo, Armando Thilemann, el único compañero de FilmVen que de verdad tenía talento. El único, también, que no se volvió un adicto en ese mediocre instituto. Fue él quien me sugirió que con la música sí tenía un filón por el cual meterme, si quería «insistir» en el cine.
–Pero tendrías que mudarte a Los Ángeles –dijo.
Nadie había entendido esa insistencia mía. Empezando por mi padre, que siguió con orgullo mi formación en el conservatorio. Que después apoyó con reticencia mis incursiones en la música pop, en conciertos en bares de mala muerte donde solo empleaba el diez por ciento de mi capacidad. Mi pobre padre que se murió sin entender qué mosca me había picado cuando le anuncié que quería convertirme en director y no de una filarmónica.
Yo tampoco entendí nunca esa insistencia, pero ya era tarde. Ahora estaba en Los Ángeles y no había vuelta atrás. Sabrina trabajaba, todavía lo hace, en el Call Center de una empresa y le dieron el traslado sin ningún problema. Aceptó el plan no porque tuviera esperanzas de que yo lograra entrar en Hollywood por la puerta de servicio de las bandas sonoras. A ella le bastaba con que yo aportara dinero a la casa y que le diera un hijo. Esto último, lo confirmamos a los pocos meses de instalarnos, no se puede. Yo no puedo. De modo que sus aspiraciones se redujeron a que yo cumpliera con mi parte del sustento. Y a alejarnos en lo posible de Mariano. Sabrina no quería vivir en la misma ciudad que él.
En el fondo, ella tenía razón. La distancia entre ayudar a Mariano y recaer era mínima. En parte nos habíamos ido de Caracas para mantenernos limpios y empezar de cero. Y hacia allá nos había seguido Mariano, como si haber cumplido con la rehabilitación y desengancharnos hubiera sido una traición. Una segunda traición.
–¿No dices nada? Eres un cobarde. Ok. Empiezo yo –dijo Mariano. Tamborileó la mesa con el bolígrafo en la mano y anunció:
–La franela.
Yo me le quedé viendo.
–¿Estás hablando en serio?
En ese momento Sabrina salió del baño. Tenía puesta una enorme toalla que le cubría el cuerpo y otra más pequeña arremolinada alrededor de su cabeza. Los dos volteamos y fue entonces que se me ocurrió decir:
–Una noche con Sabrina.
Apenas lo dije, me arrepentí.
–Hijo de puta –dijo Sabrina. Y se perdió por el pasillo en dirección al cuarto. Después escuchamos el portazo.
–Mierda. Ya vengo –dije.
Cuando entré al cuarto, Sabrina estaba desnuda, aunque aún tenía la toalla en la cabeza. Sentí un ligero mareo. Siempre me daba vértigo ver desnuda a Sabrina. Supongo que después de todo sí la amaba. Sí la amo. Ella estaba hablando por teléfono. Al verme no se inmutó. Solo dijo «hablamos luego» y trancó la llamada. (…)
[Rodrigo Blanco Calderón. “Una vida distinta” (fragmento). De Venecos. Páginas de Espuma. 2025]
***
Rodrigo Blanco Calderón: “La emigración no te hace mejor persona”
El escritor venezolano afincado en Málaga acaba de publicar ‘Venecos’, un libro de relatos donde aparecen varios temas, entre los que destacan el paso del tiempo y la pérdida del país. Ha publicado las novelas The Night y Simpatía, y varias colecciones de relatos. La más reciente, Venecos, publicada recientemente en Páginas de Espuma: habla del cine y de la intimidad femenina, de amistades traicionadas y metaliteratura, del paso del tiempo y la pérdida del país.
P: Una de las cosas que todo el mundo comenta es el título del libro: “Venecos”, un término peyorativo para designar a los venezolanos. Sin ser un libro explícitamente sobre el exilio, sí que es un libro que trata de muchos personajes exiliados o con un pasado compartido en Venezuela que se van encontrando y separando por él.
R: Es una de las primeras cosas con las que se encuentra el lector y que yo también encontré como lector o constructor de mi propio libro. Se trata de una mezcla de cuentos inéditos y otros publicados por allí. El tema fue apareciendo. Me impresionó que, más allá de las anécdotas puntuales que me llamaron la atención para escribir una historia, el sustrato de buena parte de ellas casi siempre tenía que ver con personajes venezolanos emigrantes, o en tránsito, o que pueden estar en Venezuela y reciben a alguien que llega de fuera. Estaba muy presente ese trasfondo. No fue deliberado: no fue un proyecto de escribir un conjunto de historias sobre la inmigración venezolana. El tema se me impuso a lo largo de muchos años sin yo darme cuenta.
P: Es una de las cosas que dan unidad a un libro que es bastante heterogéneo formal y temáticamente. Alguno es como un juego o una broma, otras veces es la vida que pudo ser y no fue, otro es casi de terror.
R: Depende de lo que cada quien busque en un libro de cuentos. No puedo ser muy objetivo porque es un libro mío, pero me gusta que le puedas ofrecer al lector una unidad temática, es decir, que el lector no sienta que ese libro de cuentos es un cajón desastre donde simplemente agrupaste los cuentos que tenías, pero que a la vez haya una paleta más amplia de colores o de registros. También es cierto que este libro se ha nutrido, a diferencia de otros míos, de encargos.
P: “Homenaje a John Cazale” es un cuento de espías, de política, de cine. Este, por ejemplo, ¿cómo lo haces?
R: El origen fue la anécdota de esta muchacha que va a una fiesta y se besa con un hombre enigmático. El hombre le pide que se vaya a su casa y ella dice que mejor no. Y al día siguiente le empieza a salir como un sarpullido en la boca y al final se descubre que el hombre tenía unos cadáveres de mujeres en su apartamento y todo apuntaba a la necrofilia. Esa anécdota me la contó alguien. De inmediato asocié ese beso de la muerte con la escena de El Padrino II donde Michael besa a Fredo y le dice “Sé que fuiste tú quien me traicionó”.
P: Ya había escrito una primera versión del cuento y entonces descubrí que esa anécdota era falsa. Era una leyenda urbana que circula por WhatsApp y en redes y me puse a investigar. Además, ya había adaptaciones de la historia, ya se explicaba en un artículo incluso cómo había empezado la leyenda. Me gustó escribir un cuento a partir de una leyenda urbana, pero nuevamente un cuento se compone de una anécdota que me llama la atención y en torno a la que me apetecía construir un relato, y por otro una especie de gramática o de forma de contar que uno ya tiene incorporada y que le presta a esa nueva anécdota.
R: Al final siempre se vuelve más interesante esa gramática del cuento, lo que le termina de dar forma a la anécdota novedosa que al final no lo es tanto. Ahí metí muchos de los temas que me obsesionaban. El Padrino sale también en Simpatía. Hay vasos comunicantes…
P: Sí, por ejemplo, “Una vida distinta”, es otro cuento de cine.
R: Es un cuento de la antología a propósito de la semana del cine de Melilla, donde la pauta que nos dio el coordinador Miguel Ángel Oeste fue elegir una edición de los premios Oscar y escribir un cuento a partir de ella.
P: De inmediato pensé en esa edición en que hubo aquella confusión no sé si para la mejor película o el mejor director. Me gustó el resultado, porque a veces con un encargo tienes la sensación de que ese cuento no vale tanto.
R: Hay un triángulo, que también es otro elemento que reaparece en el libro. Hay otro de suicidios, este es amoroso.
P: Sí. El asunto de las relaciones de pareja… Bueno, por un lado dirías poco convencionales, pero por otro lado se está discutiendo bastante en los últimos años sobre toda esta cosa poliamorosa. Incluso desde ese punto de vista mis personajes no se sustraen a esas corrientes de la época, así como a veces te dicen que tienes que comprar determinada marca de ropa o viajar a determinados lugares también hay una presión sobre cómo deberían ser las relaciones de pareja hoy día.
P: “Virgen de la impureza” es una historia sobre el cuerpo y el aprendizaje, sobre la intimidad. Como otros relatos del libro, está protagonizado por una mujer.
R: La anécdota principal me la contó una expareja. Era la historia de su primera experiencia sexual y lo que eso significó en su familia, que era y es muy católica. Me llamó la atención esa manera de mirar para otro lado para tratar de engañarse a sí mismos y fingir que no ha pasado nada. A partir de la anécdota, que era sencilla, traté de encontrar la posibilidad del cuento. Al personaje original que me contó la historia lo desdoblé en dos amigas que están allí reencontrándose después de muchos años. El libro tiene varias historias de personajes femeninos. Su origen son historias que a lo largo de los años, por distintas razones, me han contado exparejas, amigas o compañeras de trabajo. Me llamaban la atención esas historias y trataba de que el registro se mantuviera lo más cercano a esas voces que me lo contaron en primer lugar.
P: Muchos personajes tienen relación con la literatura. Son escritores o quieren serlo, o lo fueron y les ha ido mal.
R: Ese es uno de los pocos aspectos de lo que escribo que tengo muy definido. Me gusta la literatura que habla de la literatura. Me gusta incorporar personajes que son escritores, lectores, profesores. Y eso no ha variado.
Todo lo que escribo en algún momento sirve como un canal para transmitir, no sé, intereses de determinados autores y lecturas. Y la escuela de letras de la UCV, de la Universidad Central de Venezuela, donde fui estudiante y luego profesor, donde pasé 15 años de mi vida, es uno de esos lugares fundamentales. Para muchos escritores la infancia, el pueblo de la infancia, la ciudad de la infancia, es su enclave iniciático fundamental. Para mí lo es la escuela de letras. Allí me convertí en adulto, en profesor, en escritor. Fue el lugar donde tuve mis primeras novias de verdad, mis primeras amistades mezcladas con asuntos adultos como la política, mis primeras separaciones también vinculadas con la política. Y es una cantera inagotable de historias, incluso cosas que estoy escribiendo ahorita pasan por ese pasillo de la escuela de letras.
P: “Café Rostand” también es un cuento de ambiente literario, digamos. Parece la típica anécdota real literaturizada.
R: La anécdota de ese cuento es real. Fue algo que me tocó vivir y ver cuando fui jurado de un concurso de cuentos, pero en Caracas. Era un concurso de cuentos bastante famoso allá. Y para la deliberación, esas cosas que pasaban en la Caracas boyante, nos invitaron a un almuerzo en un restaurante en Las Mercedes, en la zona pija. Uno de los jurados se comportaba tal como lo cuento. Totalmente borracho, con algo que en el momento fue muy difícil porque además como yo era el único hombre que había además de él me tuve que encargar de la situación. Lo que hice fue trasladar esa anécdota que sucedió hace muchos años al café Rostand de París, mezclando lo que fue esa experiencia con lo que fue después mi experiencia viviendo en París.
P: En el cuento de la necrofilia juegas con Cortázar. En otro con El túnel de Sábato. ¿Quiénes son los autores de cuentos a quienes admiras más o tienes más presentes?
R: Cuentistas que para mí han sido fundamentales son Borges, por supuesto (aunque, bueno, Borges es como un dios padre que está presente en todo), Cortázar, Julio Ramón Ribeyro. Me encantan los cuentos de Carson McCullers, el venezolano Francisco Massiani es uno de mis cuentistas favoritos. Esos son los que me vienen ahora. También leo muchos cuentistas contemporáneos. El género del cuento es un género que me gusta probarlo mucho con cómo se está escribiendo ahora. Podría mencionar también a Pedro Ugarte, que insiste particularmente en el cuento y que me parece excelente.
P: También te quería preguntar por “El extranjero”.
R: Fue publicado en una antología de la editorial Graviola, el tema eran cuentos donde se tratara el tema de la extranjería. Pero era una anécdota que yo tenía en la cabeza y esa antología me dio la ocasión de escribirla. Partí del escenario. Ese cuento sucede en la Alameda de Colón, de Málaga, donde yo vivía hasta hace prácticamente dos semanas. Tiene la particularidad de que la alameda está llena de palmeras y hay todo tipo de árboles. A los turistas les encanta tomarles fotos a las cotorras argentinas. Y yo, que vivía allí y caminaba por allí todos los días, lo que veía era una masacre, una relación brutal de competencia entre las aves, principalmente entre las gaviotas y las palomas. Las gaviotas son unas asesinas. O se comen los cadáveres o se las comen vivas. Las cotorras argentinas funcionan como una mafia, siempre andan en grupo y nadie se mete con ellas. Es una cosa entre brutal y divertida.
Esa imagen de una especie de masacre que es vista como algo exótico y bonito fue lo primero que me llamó la atención. Y no sé cómo, cuando empecé a escribir el cuento, me vino la imagen de un barrendero, que los he visto recoger esos cadáveres de palomas, y un hombre conversando. Lo que no tenía previsto, como te dije antes, son los contenidos con los cuales yo iba a llenar esa anécdota.
P: Y apareció de nuevo el tema de la inmigración venezolana. Este barrendero, que el otro personaje reconoce como su profesor de castellano y literatura, hacía más de 30 años, cosa que ha pasado mucho, no solo con maestros de institutos, sino con profesores universitarios. Hay varios que literalmente han muerto de hambre en Venezuela, pero los otros que han podido emigrar terminan ejerciendo cualquier tipo de trabajo.
R: Eso, evidentemente, es algo que me ha marcado. Y nuevamente, así como no puedo evitar el tema venezolano, no puedo evitar la trama metaliteraria. Y cuando aparece este profesor de literatura y este aspirante a escritor, inmediatamente pensé en Camus y la famosa carta que escribe a Monsieur Germain cuando gana el Premio Nobel.
P: En “La hora de tu símbolo” aparece Daniel Krauze.
R: Ese es otro de los cuentos de las antologías de Melilla. En ese caso, si no recuerdo mal, la pauta era aún más general o tenía que ver con series de televisión o con productores. Yo acababa de ver la primera temporada de Luis Miguel, que me fascinó. Recuerdo que leí una entrevista de Daniel Krauze donde explicaba, bueno, que a diferencia de sus amigos, a él sí le gustaba Luis Miguel, mientras otros les gustaban Guns N’ Roses y cosas así. Me gustaron mucho tanto la serie como lo que comentó Daniel Krauze allí, a quien además no conozco.
Y de inmediato me monté sobre la historia de un guionista alcohólico que termina recalando en Málaga después de varios fracasos y que ve en la posibilidad de escribir una serie sobre José José la oportunidad de resarcirse. Es un cuento al que le tengo cariño entre otras cosas porque sucede en Málaga. Para mí es bueno saber que puedo escribir un cuento en Málaga con cierta propiedad sobre la reconstrucción del ambiente y que me gusta también la idea de dar una visión también más compleja del emigrante, en este caso venezolano.
P: ¿En qué sentido?
R: El emigrante muchas veces es una víctima. El caso de los venezolanos que cruzan a pie la selva del Darién, eso es brutal. Pero la emigración no te hace mejor persona. El que es un mediocre, resentido y oportunista en su país lo va a ser fuera y va a tratar de escalar posiciones. Entonces esa visión un tanto picaresca de la emigración también me parece que valía la pena incluirla.
P: Tienes flirteos con lo fantástico. Y en el último cuento te vas al género del terror. Aunque tenga rimas, como en el cuento del café Rostand… Esas coincidencias que hacen que algunos libros de cuentos sean como los sueños.
R: Yo fui el primer sorprendido leyendo los cuentos viendo esas recurrencias. Hay bastantes, “Lobos y Castores” es, junto a “Carmen y error”, el que es más distinto estilísticamente del resto.
Y, nuevamente dirías que temáticamente parece no tener nada que ver con el conjunto, pero cuando te pones a ver de dónde viene ese país arrasado por un cataclismo, en el caso natural, donde prácticamente no queda nadie, es muy fácil hacer la asociación. Como quizá todo lo que yo hago, incluso ese relato que en su 90% es fantástico o gótico está enmarcado en unas claves que terminan circunscribiendo la realidad. Al final se trata de un podcast que transmite este personaje y uno puede establecer allí la metáfora también de cómo se da el proceso creativo. De dónde él toma esas herramientas para fantasear sus frustraciones y su venganza. Cualquier escritor hace muchas veces lo mismo.
P: “Carmen y error” es una sátira, la carta de un poema oficial caído en desgracia.
R: Es una venganza. Al principio, fue un estímulo netamente literario. Yo estaba leyendo a Ovidio y leyendo estos volúmenes de Gredos donde tienen unos estudios introductorios muy buenos. Me encantó la historia de su ostracismo, la expulsión, su caída en desgracia y hay una parte donde él mismo explica las razones. Y en algún momento en latín dice que fue a causa de “Carmen y error”.
Carmen, el poema, es un supuesto poema que se prestaba a una mala interpretación, como un ataque al poder, y error está en haber supuestamente validado no sé si un matrimonio o algo que a la figura de César no le gustó. Me quedé con la frase “Carmen y error”. Me pareció maravillosa y sabía que la iba a usar para algo. Cuando me puse a escribir el cuento, hice una especie de meme, de duplicado de la historia de Ovidio, en una clave revolucionaria venezolana con un poeta caído en desgracia. Es una especie de anti Rafael Cadenas: el poeta oficial, el poeta mediocre, que solo es publicado y leído por el gobierno y que cae en desgracia.
El registro es completamente satírico de principio a fin y me di cuenta que me lo pasaba tan bien escribiéndolo que corría el riesgo de lesionar un poco la calidad del cuento. En ese sentido también el libro refleja mis bajas pasiones.
P: Hay un momento en que se encuentran unos exiliados en Argentina y leemos: como siempre, solo hablaron de Venezuela. Eso me recordaba a historias de exiliados españoles. ¿Cómo es su experiencia como escritor venezolano en España?
R: Una cosa que he descubierto en mi condición de emigrante venezolano y aquí en España y que nos ha pasado a todos los venezolanos es descubrir que la experiencia de los emigrantes es muy parecida. Esto que me dices de los exiliados españoles que fuera solo hablaban de España les ha pasado también a los cubanos y nos está pasando ahora a los venezolanos.
En el fondo son experiencias muy parecidas que a cada sociedad le toca vivir en su momento. Y llegar a ese reconocimiento es importante porque a veces los venezolanos pecamos de cierta cortedad de vista al creer que lo que nos está pasando a nosotros es insólito y no ha pasado nunca. No, es muy común, solo que ahora nos está pasando a nosotros. Dicho eso, obviamente hay unas características, unas costumbres, o una serie de cosas por las que un escritor venezolano en España tiene que pasar que quizá un escritor de otros países en los que no hay una dictadura ahorita no. Por ejemplo, yo tengo muy claro y he aceptado ya que cualquier cosa que publique para buena parte de la prensa va a ser una excusa para hablar de la situación venezolana.
Pocas veces tengo la oportunidad de tener una conversación donde se hable de literatura, cosas técnicas. Eso, por un lado. Por otro lado, prácticamente hasta el año pasado uno tenía que estar tratando de convencer a tus interlocutores sobre la gravedad de lo que allí sucedía.
Después de lo que pasó el 28 de julio con esos resultados electorales, con ese desenmascaramiento total de Maduro, he notado que hay finalmente un consenso sobre la falta de legitimidad del gobierno de Maduro y eso ha sido un cambio importante. A nivel personal, desde el punto de vista político, me siento en una tierra de nadie. No puedo ser de izquierda, y menos con la izquierda actual que hay en España. Pero tampoco tengo demasiado con que identificarme en posiciones de derecha. Y España es un país actualmente que está muy, muy polarizado políticamente. No parece haber posibilidades para posiciones más de centro.
Políticamente no tengo demasiada afinidad con la gente con la que más paso el tiempo, que son escritores y gente de la cultura en España. Pero a los que quizá pudiera sentir que entienden mejor la situación venezolana no les interesan la literatura y la cultura. Entonces uno tiene que escoger sus prioridades y mi prioridad son las afinidades vocacionales, artísticas, culturales. Y siento que en buena parte de las ocasiones tengo que pasarme un switch y saber que no puedo decir en realidad lo que pienso, no puedo ser en realidad como yo soy porque si lo hago no me van a entender.
(Daniel Gascón. Letras Libres. Abril 2025)

Rodrigo Blanco Calderón
Rodrigo Blanco Calderón nació en Caracas (Venezuela) en 1981, y se ha consolidado como una de las voces más originales y vigorosas de la narrativa latinoamericana contemporánea. Formado académicamente en su país natal, es Licenciado en Letras y Magíster en Estudios Literarios por la Universidad Central de Venezuela, donde también ejerció la docencia en la cátedra de Teoría Literaria. Posteriormente, llevó a cabo investigación en la Universidad París XIII (Francia), centrándose en la obra del escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez. Además de su ya vasta y reconocida obra literaria publicada, de artículos, conferencias y demás encargos relacionados con la literatura, Blanco Calderón da clases de escritura creativa y posee un website en la plataforma substack a través del cual comparte artículos, clases online y otras actividades literarias.
Desde muy temprano Blanco Calderón comenzó a publicar relato y cuento. Su libro de cuentos Una larga fila de hombres (2005) le abrió camino, seguido por Los invencibles (2007) y Las rayas (2011). Ya en 2007 fue seleccionado para formar parte del prestigioso grupo Bogotá 39, que reúne a los mejores narradores latinoamericanos menores de 39 años. En 2018 publicó Los terneros (Páginas de Espuma), que reafirmó su dominio del relato breve. Su incursión en la novela llegó con The Night (2016), publicada por la editorial Alfaguara, donde combina una mirada coral sobre Caracas con una reflexión sobre la violencia, la ciudad y la escritura. Este trabajo le valió importantes reconocimientos, entre ellos el premio III Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2019. En 2021 publicó su segunda novela, Simpatía, también con Alfaguara, que explora la crisis venezolana a través de una familia, perros y migraciones, y fue incluida en la longlist del International Booker Prize en 2024. Su último libro publicado es Venecos (Páginas de Espuma), una colección de trece relatos que aborda el exilio venezolano, la diáspora y la identidad con una mirada crítica y libre de idealismos nostálgicos.
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Rodrigo Blanco Calderón
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